Quizá la explicación a la injustificable actitud del Gobierno de España en el actual conflicto del Sáhara haya que buscarla en la cada vez mayor sintonía entre el presidente del Ejecutivo español y el presidente de EEUU, Barack Obama. Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha prometido al gobierno israelí una serie de compensaciones que, lejos de allanar el camino a la negociación con los palestinos, lo dificulta: un importante paquete de ayuda militar a cambio de una moratoria en la construcción de asentamientos judíos, su apoyo a la ambigua política nuclear israelí, la continuidad de los vetos a las condenas internacionales de Israel y el compromiso de no pedir nuevas congelaciones en la construcción de asentamientos judíos en los territorios ocupados. Con amigos así, ¿para qué se va a esforzar uno en buscar soluciones a conflictos enquistados? Lo mismo habrá pensado el rey de Marruecos, Mohamed VI, ante los paños calientes extendidos por el Gobierno de España frente a la brutal represión que el monarca alauita ha ordenado en El Aaiún. Aun salvando las distancias, ¿no hay cierto parecido entre la comprensión del aliado marroquí que han exhibido los gobiernos españoles durante 35 años con la comprensión del aliado israelí que lleva exhibiendo EEUU durante más de 40 años?
© Francí Xavier Muñoz, 2010
A diestra y siniestra
Cartas al Director y un grito desesperado. Vol. III
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