Decía Baltasar Garzón, en la presentación
de “El libro rojo de Llamazares”, que la izquierda europea estaba perdida y que
muchos de sus líderes no saben hacer otra cosa más que lamentarse,
contribuyendo aún más a esa ausencia de la izquierda. Decía, además, el exjuez
que observaba en Latinoamérica un pulso rebelde juvenil que echa en falta en Europa.
Ciertamente, la situación de la izquierda comunitaria
(Unión Europea) es desoladora. Y más, especialmente, en esos países que los
mercados financieros llaman PIIGS o GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal, España e
Italia). Me refiero, por supuesto, a esa izquierda que está a la izquierda de
los partidos supuestamente socialdemócratas, es decir, a toda esa izquierda que
en el Parlamento Europeo se organiza en el Grupo de Los Verdes y en el Grupo de
la Izquierda Unitaria.
Estos dos grupos parlamentarios suman en total el 12,3% de los escaños (90),
frente a un 25% de escaños socialdemócratas (184) y un 59% de escaños derechistas
(435), en todas sus versiones (liberales, conservadores y extremistas).
El reto para esa izquierda comunitaria que cuenta
solo con 90 eurodiputados debería ser conformar una alianza europea bien
visible en todos los países de la
Unión , que no solo ofreciera en cada país miembro una opción
política alternativa, real y creíble –es decir, un frente de izquierdas
anti-neoliberal- a los partidos del sistema capitalista (liberales,
conservadores y socialdemócratas) sino que ofreciera, ante todo, una solución
comunitaria al gravísimo problema que está resquebrajando las democracias
representativas -sobre todo en el sur de Europa- y que no es otro que la
sustitución de la soberanía popular por la soberanía financiera.
La solución a este serio problema no puede
venir de la mano de un solo país ni de, por tanto, una o unas pocas fuerzas
políticas. La solución a este trascendental problema solo puede encontrarse en
una decidida acción política comunitaria que implique a cuantos países lo están
padeciendo y a sus respectivas formaciones políticas de izquierda. Creo que la
percepción de este peligroso problema es lo que está alejando de la política a
un gran número de ciudadanos europeos que, sufragio tras sufragio, van sumando
cada vez más adeptos a la abstención. Estos ciudadanos no perciben en la
izquierda que se dice alternativa y transformadora un frente común europeo, cohesionado
y decidido, que afronte de una vez por todas la cuestión que está generando la
desafección política, que no es otra que la supeditación de los poderes
representativos nacionales (ejecutivos y legislativos) a los poderes
financieros y a los gobiernos propios y ajenos que los representan.
Mientras los líderes de toda esa izquierda
comunitaria (Los Verdes, Syriza, Die Linke, Front de Gauche, Izquierda Unida,
Bloco de Esquerda, etc., etc.) no aparquen sus propias ambiciones personales y
partidistas y no ofrezcan una alternativa viable al actual omnímodo poder
financiero -una propuesta conjunta y contundente- sus partidos no obtendrán el
voto de millones de europeos que se encuentran ahora perdidos, pues esos
millones de europeos saben que el debate no es otro que el de la soberanía y
que ésta hoy ya no es popular sino financiera y que, además, ya no la ejercen
ni gobiernos ni parlamentos sino entes de poder corporativos y no
representativos. Y esos ciudadanos europeos saben también que lo demás son
zarandajas con las que mantener entretenido al personal y sacarlo a la calle de
vez en cuando para que se desahogue. Esos europeos, seguramente, seguirán en la
calle pero el riesgo es que, de seguir así la izquierda alternativa -sin
ofrecer un frente comunitario-, cuando llegue la hora de votar, se quedarán en
casa.
© Francí
Xavier Muñoz, 2012
Que razón... Francis nos pasamos la vida mirandonos al obligó..haber quién es más puro, más socialista,más comunista...y quiénes podemos.obstentar más "control"
ResponderEliminarSaludos republicanos.