sábado, 9 de marzo de 2013

memoria en corto | cortez y yo

Una íntima amiga argentina, que vivía ya en España, me descubrió a Alberto Cortez, allá por el año 1986, cuando yo tenía quince. Ya me gustaba la música melódica en español, pero no conocía el inmenso registro de Cortez. Mi amiga me lo descubrió con el disco Sueños y Quimeras. Me lo grabé y escuché una y otra vez sus canciones. A mí me gusta mucho cantar, pero lo tengo que hacer escuchando la canción, porque aunque no tengo mala voz, no tengo oído musical. La canción Alma mía de ese disco es la canción que más me gusta cantar, y eso que me gustan muchos cantantes melódicos y muchas canciones intensas y potentes. El caso es que ese disco se metió en mis adentros, no solo por Alma mía, que identificaba mi manera de vivir y de amar entonces, sino por otras canciones que en aquel momento de mi vida ponían letra y música a experiencias vitales intensas, muy intensas. Mi amistad con Claudia, que así se llamaba ella, y su recién llegada a España, comenzó a descubrirme un nuevo país y una nueva cultura… Argentina. Ella fue mi primera amistad extranjera. Luego, vendrían muchas, pero ella fue la primera. En ese disco hay una canción con la que ella se identificaba muchísimo, que decía “…nunca podrás dejar de ser extranjera… en un país de cemento… ni por hablar sin acento… ni por cambiar de bandera”, y esa canción nos unía mucho, no solo porque fuéramos ya íntimos amigos sino porque yo era el primer español que rompía ese “país de cemento”. Pero en ese disco había también dos canciones, Perdí tu dirección (Carta a Pablo Neruda) y Canción de amor para mi patria, que me hacían ligarme a la política y a la poesía de dos maneras diferentes. A ésta, a través de Pablo Neruda, poeta al que entonces estaba descubriendo gracias a una profesora apasionada y vocacional de Literatura, Soledad Izquierdo. Y a aquélla, a través de la solidaridad que siempre, desde los ocho o nueve años, me provocaba Argentina, primero con las Malvinas y luego con los desaparecidos y las Madres de Mayo. Sin embargo, ahí no acaba la magia de ese disco de Cortez, Sueños y Quimeras. Esa expresión, sueños y quimeras, se volcó después a mi poesía de una forma inconsciente, salpicando muchos de los más de seis mil versos que he escrito. Y también dio lugar a un título para un libro que tenía pensado escribir, y que todavía no descarto publicar algún día. Al final, pasaron los años, llegó Internet y cuando descubrí los blogs, instintivamente me surgió de golpe el título para el mío: Sueños y Quimeras. Nunca un disco había ejercido tanta influencia en mi vida. Por eso, estos días he podido cumplir un sueño y una quimera: comprar, por fin, el disco original, tanto en vinilo como en casete, pues lamentablemente no está editado en cd. Gracias a esta maravillosa herramienta de Internet, he contactado con una página de compraventa de música de Argentina, y lo he encontrado. Desde aquí le agradezco al vendedor, Walter Raúl, que conserve ese disco en casete y que me haya facilitado su adquisición. Estoy impaciente por recibirlo. Tengo otros discos de Cortez, por supuesto, pero de Sueños y Quimeras solo tengo dos de sus canciones en un disco recopilatorio y la cinta grabada que me ha acompañado durante veintisiete años ya no está para muchas audiciones. Ahora me queda cumplir otro sueño u otra quimera: asistir a un concierto de Alberto Cortez. Espero cumplirlo, también.


1 comentario:

  1. Gracias por este recuerdo tan precioso. Casi se me había olvidado. Me alegro de que sigamos compartiendo vivencias a través de la música. ¡Han pasado ya tantos años! Ahora hay una canción de Alberto Cortéz que cuando la escucho se me saltan las lágrimas: "En un rincón del alma". Muchos besos.

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