sábado, 13 de abril de 2013

mi opinión | las palabras y los hechos

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La UGT celebra en estos días su 41º Congreso Confederal, del que pretende salir con una reforma que adelgace sus estructuras orgánicas, ensanche sus bases y recupere el pulso perdido frente a otras organizaciones y plataformas reivindicativas. Resulta llamativo, sin embargo, que en la sesión de apertura del Congreso se hayan escuchado expresiones del tipo “UGT necesita algo más que un lavado de cara”, “UGT necesita un cambio profundo”, y por el contrario, su secretario general, Cándido Méndez, no se aplique la cantinela, después de 19 años de mandatos consecutivos. Difícilmente UGT va a convencer a nadie, salvo a los suyos, con esos mensajes de cambio y transformación cuando es incapaz de renovar a su cabeza visible. Cuando hoy la ciudadanía reprocha a los políticos su apego a la carrera profesional, resulta perjudicial para un sindicato de clase que su discurso oficial no case con su praxis interna, imitando así a una clase política con la que forma parte de un sistema que hoy está en el punto de mira de la desafección ciudadana. El Congreso de la UGT es una buena ocasión para reclamar otra vez la limitación de mandatos en cargos públicos y electos, que debería fijarse en dos consecutivos con un intervalo igual para la reelección al mismo cargo.

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