viernes, 6 de diciembre de 2013

memoria en corto | grande tony

    Me llega la muerte de Tony Bell por una información de Facebook. Tony Bell, el gran transformista, el maestro de tantos que vinieron después, nos ha dejado muy pronto y su partida me devuelve, de golpe, a los años noventa, años en que yo desperté a la noche madrileña y al ambiente gay, años en que comenzamos a hacer de Chueca un espacio amable y solvente. Mis amigos L., J.R. y S. me descubrieron a Tony y, desde entonces, me enganché a su espectáculo, que seguíamos casi todos los fines de semana en aquella época de juventud despreocupada y canalla. Seguir a Tony me llevó a conocer a J.J. (siete años después, Sunflower) y, un poco más tarde, al originalísimo Psicosis Gonsáles, con quien mantengo una amistad poco frecuentada pero de sincero cariño. Tony Bell me descubrió “María la portuguesa” que, luego, redescubrí en la voz de Carlos Cano, de quien me hice seguidor. ¡Cuántos desenlaces y continuidades ha provocado en mi vida, Tony, sin que él lo supiera! ¡Cuántos chistes, cuántas risas, cuántos mensajes inteligentes, cuánta cultura desprendía Tony! ¡Y qué diferente era su espectáculo! Yo me confieso seguidor de Tony. Lo fui durante más de diez años en las salas Metal, Blanco y Negro, Griffin’s, Café Galdós, Truck… Después, vino la música house y la estabilidad de pareja, y perdí el contacto con el transformismo. Un día, que nos encontramos por casualidad, le comenté mi idea de escribir su vida. Ahora me lamento de no haber hecho de aquella idea un proyecto, y de éste, una realidad. Me quedó pendiente hacer aquella llamada de teléfono y hoy, como tantas veces en mi vida, me quejo de esa pereza tan grande que me invade para escribir libros. Adiós, Tony, tú sabes que yo te admiré y te seguí, te quise y te respeté. Nunca fuimos amigos, es verdad, solo grandes conocidos, pero sabes que, si nos hubiéramos empeñado, hubiéramos sido grandes amigos durante muchos años. 

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