Porque con tu espectáculo
me baño cada noche
en una intempestiva sonrisa de la vida
y olvido con tus chistes los pulsos cotidianos.
Porque cuando miran tus ojos
desde lo alto de un escenario
despiertan con su brillo a unos ojos taciturnos
y su mirada alegre
desnuda una triste mirada.
Porque con tu sonrisa acogedora
se desenredan mis labios, y juegas con ellos
en la alborada,
evitando siempre que los mantenga sellados.
Descubrí hace tres años tu cálido espectáculo
y desde entonces
me mantienes firmemente abrazado
a la elegancia de tus frases,
a la ocurrencia de tus chistes,
al vaivén de tus manos,
al glamour de tus piernas
y al soniquete de tu canto.
Elegantemente vestido
y con el maquillaje justo,
pisas las tablas para distraernos unas horas.
Sales al escenario para entregarnos tu arte
sabiendo que vale la pena emprender el viaje
si logras con todo ello arrancar nuestros aplausos.
Tu saber hacer, único y distinto,
lo has labrado a base de conjugar
saber popular y culta ironía.
Por eso te mereces
nuestro regular homenaje,
el que hacemos con gusto
acudiendo allá donde actúas,
siendo, una noche más, parte de tu equipaje.
Por la bondad que emerge en tu corazón sincero,
porque eres hombre sencillo y amable,
por la simpatía de tu espectáculo,
por lo soportable que haces con él nuestro mundo,
por todo eso, querido Tony Bell, eres grande.
Gracias por dibujarnos cada noche en tus cuadros,
por dejarnos ser personajes de tu teatro,
por no cansarte de nosotros
y hacer de la madrugada contigo
un día inolvidable.
© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ, 1993
El juego de la inocencia. Poemario II
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