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La
gran sorpresa de la noche electoral ha sido, sin duda, la irrupción de Podemos
en el Parlamento Europeo con 5 escaños, entre los 6 de IU y los 4 de UPyD, lo
que convierte a Podemos en la cuarta fuerza política estatal y la tercera en
comunidades como Madrid, Aragón, Cantabria, Asturias y Baleares. Todo un éxito,
quizás incluso inesperado, para una formación ideada por un grupo de profesores
universitarios y militantes de izquierda, e impulsada desde abajo por
ciudadanos indignados, jóvenes y mayores, que rápidamente se estructuraron en
círculos y desplegaron una organización y difusión dignas de estudio. De hecho,
el fenómeno Podemos será analizado en próximos manuales universitarios, estoy
seguro de ello. ¿Hay algún precedente en España de una formación política que
en tres meses de existencia y sin financiación bancaria haya cosechado un éxito
electoral tan contundente?
En
el acto inicial de presentación de Podemos en Madrid, con Pablo Iglesias a la
cabeza, se detectó una ilusión especial en las personas que acudieron a dicha
convocatoria, sobrepasando con creces la capacidad de aforo del local. A partir
de ahí muchas personas se unieron al proyecto aportando lo que podían, unos
presencialmente y otros desde sus casas. La difusión de la iniciativa por
Internet y redes sociales fue espectacular. Y en la campaña electoral, el boca
a boca y el buzoneo han conseguido transmitir la esperanza en una formación
política nueva que recoge el grito de la indignación pero que, al mismo tiempo,
recoge también la decisión de querer cambiar las cosas con el instrumento más
eficaz que tenemos: el voto. Y esto es lo novedoso e importante, que otras
formaciones de nuevo cuño no han conseguido transmitir. Quizá la proyección
mediática de Pablo Iglesias como contertulio habitual en La Sexta y Cuatro haya
conseguido ese efecto expansivo y multiplicador, como la piedra que en el agua
expande ondas sucesivas. No sería la primera vez que un plató televisivo
contribuyera a la difusión de un proyecto político, pero dicho proyecto tiene
que existir y contar con el respaldo de muchas personas dispuestas a entregar
su tiempo y su dinero; una sola cara, por agradable que sea a las cámaras, no
basta para convencer a 1.246.000 electores.
Desde
esa primera semana de vida, seguí con ilusión la iniciativa Podemos. Como
ciberactivista de izquierdas que soy, distribuyo información relevante de
varias formaciones políticas y he participado en algunas de ellas como
simpatizante comprometido con la unidad de la izquierda. Sin embargo, en apenas
dos semanas me sorprendí de la evolución que Podemos había experimentando en su
propia página web, lo que demostraba que detrás de la iniciativa no solo había
cantidad sino calidad, pues rápidamente se había organizado con orden y
división del trabajo un movimiento político que tenía claros sus objetivos
inmediatos y, lo que es más importante, los medios humanos y técnicos para
conseguirlos en un tiempo contra reloj. Cada día que navegaba por la web de
Podemos me sorprendía más de la profesionalidad y originalidad de sus
propuestas y herramientas. Así que, desde aquí, felicito a todo el colectivo
por ese trabajo tan bien hecho que, creo, denota la participación de un gran
número de estudiantes universitarios y profesionales técnicos.
Siempre
he defendido, en Nueva Tribuna y en otros medios, la imperiosa necesidad de la
unidad de la izquierda social y política, en un tiempo en que los grandes
partidos socialdemócratas europeos han girado al social-liberalismo (es decir,
a la derecha económica) y en un tiempo en que los grandes sindicatos de clase
europeos han abandonado la lucha obrera y se han rendido a los intereses
sectoriales o nacionales. He trabajado cuatro años por esa unidad de la
izquierda, en la medida de mis posibilidades, que son pocas, y he visto cómo se
ha mareado la perdiz por parte de unos y otros, perdiendo el tiempo en
discusiones bizantinas, en insufribles análisis de situación y en debates
organizativos que volvían, una y otra vez, al mismo punto de partida. Una de
las últimas iniciativas aparentemente serias para esa unidad de la izquierda se
reveló, a cinco meses de las elecciones, como una estrategia para congregar el
voto de la izquierda indignada y dispersa en torno a un partido ya existente, y
no como lo que se había anunciado en un principio: el deseo de ese partido de
confluir políticamente con la izquierda social que se manifestaba una y otra
vez en las calles. A partir de aquella decepción creo que se gestó
definitivamente la iniciativa Podemos, aunque no tengo datos que corroboren
esta percepción y, por tanto, lo pienso desde la convicción o intuición
personal.
En
cualquier caso, en apenas unas semanas Podemos iba congregando a una cantidad
cada vez mayor de gente ansiosa por creer en algo nuevo que de verdad cuajara, en
algo que quisiera competir para estar en las instituciones e intentar cambiar
las cosas, y hacerlo desde los presupuestos de la nueva política que la
izquierda joven demandaba: horizontalidad, transparencia, participación abierta
y ciudadana, rendición de cuentas, limitación de mandatos, remuneraciones
públicas acordes con la media del país, etc. Rápidamente, por la información
que me llegaba y distribuía, mi entorno inmediato se iba sumando a Podemos, y
yo percibía la recuperación de una ilusión perdida, la ilusión en que las cosas
se pueden cambiar cuando se cambia el voto. Así, amigos y conocidos de todas
las edades me iban confirmando su voto a Podemos y, lo más gratificante ha sido
ver cómo personas de edad avanzada también me lo confirmaban, rompiendo con el
miedo inveterado a cambiar de partido o a quedarse en casa. El domingo por la
mañana veía cómo jóvenes y mayores cogían con ilusión las papeletas de Podemos
y las metían en los sobres, con una convicción desbordante, y una frase
coincidente en todos ellos tras emitir su voto, saliendo del colegio: “si no
crecen los partidos pequeños nunca se cambiará la ley electoral”.
Es
difícil, siendo pequeños y minoritarios todavía, cambiar las cosas desde
dentro, pero al menos las voces de los indignados y de los que sufren la crisis
tendrán otro altavoz desde el que denunciar las tropelías que seguirán
cometiendo los partidos de gobierno, PP y PSOE que, como sus correligionarios
europeos, seguirán aplicando con sumisión las órdenes recibidas por los gobiernos
del Euro-Norte y la troika (CE, BCE, FMI), que actúan a su vez como
correveidiles de las grandes corporaciones financieras europeas, para quienes
se está gobernando actualmente en Europa, de espaldas a los ciudadanos. Salvo
que los resultados de la extrema derecha en algunos países enciendan las
alarmas en algunos gobiernos y partidos y, entonces, esos dirigentes se dignen a
estudiar un poco la historia de Europa en el siglo XX y corrijan los errores
que están cometiendo, so pena de reeditar la terrible deriva fascista en la que
cayó nuestro continente hace ochenta años. ¿Nos imaginamos a Marine Le Pen
llegando al Elíseo francés igual que Hitler llegó a la Cancillería alemana,
con el mismo discurso aplaudido por los obreros, entonces y ahora, con promesas
de trabajo y bienestar que luego acabaron con la libertad y los derechos
sociales y económicos?
Muy
buena noticia la victoria de Siryza en Grecia que, unida a los buenos
resultados de IU y Podemos en España y al segundo puesto cosechado por el
Movimiento 5 Estrellas en Italia, hacen pensar en un despertar de las
conciencias izquierdistas en el sur de Europa que, más pronto que tarde,
deberían propiciar un proceso de acercamiento entre partidos de izquierda del
Euro-Sur para armonizar y coordinar respuestas y alternativas a los recortes
neoliberales que seguirán defendiendo conservadores y socialdemócratas.
Esperemos
que, además, Podemos pueda servir de catalizador de las energías de una
izquierda social y política necesitada de unidad, pues el voto recibido por
Podemos ha sido también un voto de castigo a esas izquierdas que decían buscar
dicha unidad, pero con la boca pequeña.
Como dijo ayer Javier Nart refiriendose a Podemos, ya hemos puesto cinco picas en Flandes y PODEMOS SEGUIR RECUPERANDO EL ESPACIO QUE NOS HAN ROBADO.
ResponderEliminarAhora toca resistir todos los embates de la casta, que serán muchos y de la más baja estofa.
Ánimo
Un magnífico artículo amigo Francí. Mi enhorabuena por el mismo.
ResponderEliminarMe sumo a J. Caso.
ResponderEliminarLas palabras del sabio JL Sampedro, respecto a la crisis, el capitalismo y el futuro, también deberían aplicárselas partidos, entre otros, como IU.
Realmente ha sido no solo una sorpresa, sino un fenómeno muy singular y
ResponderEliminarque, como dice, será digno de análisis.