viernes, 13 de junio de 2014

mi reflexión | ¿referéndum? sí, gracias

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http://www.nuevatribuna.es/opinion/franci-xavier-munoz/referendum-gracias/20140613093846104313.html


La abdicación del Rey Juan Carlos I ha provocado numerosos debates pero, sin duda, el más intenso ha sido, y sigue siendo, la conveniencia o no de convocar un referéndum para consultar al pueblo español si quiere continuar con la monarquía como forma de la Jefatura del Estado o, por el contrario, prefiere cambiar a la república. Los partidos principales, PP y PSOE, y algunos otros menores -satélites de aquéllos-, han pervertido el debate del referéndum desde el principio, confundiendo el mismo con una propuesta de reforma constitucional para traer la república como forma de la Jefatura del Estado, alejando así a la mayoría de los ciudadanos de la reflexión de fondo que subyace bajo la petición de referéndum, previo a la reforma (o no) de la Constitución de 1978. Los partidos proponentes de dicho referéndum (IU, EQUO, PODEMOS, entre muchos otros) han tardado, no obstante, en explicar claramente a la ciudadanía el contenido explícito de su propuesta, enredándose al principio en el debate torticero al que les llevaban PP y PSOE.

La propuesta es muy sencilla y se encuentra legitimada en el artículo 92.1 de la Constitución, que dice: “Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Todo referéndum lo tiene que proponer el Gobierno, autorizar el Congreso de los Diputados y convocarlo el Rey. En la actual España constitucional hemos tenido ya dos referendos: el que convocó Felipe González para preguntarnos si queríamos seguir o no en la OTAN y el que convocó Rodríguez Zapatero para ratificar la ley que aprobaba el Tratado para la Constitución Europea.

¿Qué razones esgrime una parte de la ciudadanía para solicitar ahora la convocatoria de un referéndum sobre la forma de la Jefatura del Estado? Son varias. La primera de ellas es que la abdicación del Rey en la actual circunstancia de crisis económica, política y social es una “decisión política de especial trascendencia”, como justifica la Constitución para la convocatoria de un referéndum. Y lo es, sobre todo, por la negación permanente que el monarca ha hecho de la abdicación como fórmula final para su reinado. ¿Qué o quienes han hecho cambiar al Rey Juan Carlos I, cuando apenas un mes antes de su abdicación negaba la posibilidad de la misma? Que lo tuviera decidido desde enero e informado desde marzo es el relato que han elaborado para que no pensemos por nuestra cuenta. Resulta evidente que ha sido una decisión de última hora, lo que atestiguan las prisas que se han dado para formalizar la ley de abdicación y proteger jurídicamente al exmonarca en su nueva condición de tal.

La segunda de las razones tiene que ver con el derecho que toda nación tiene a reinventarse a sí misma, mediante la configuración de un sistema político profundamente renovado, cuando una situación de crisis generalizada (y ésta lo es) afecta a tantos millones de ciudadanos y corrompe las estructuras del sistema. Para una parte de la ciudadanía, una república facilitaría mayores y mejores controles al poder político y al económico, vista y comprobada la connivencia de la Jefatura del Estado actual con dichos poderes y con las élites que los representan, que ha llevado incluso a un familiar directo del monarca a desviar fondos públicos a sus cuentas particulares. Las dudas sobre la gratuidad de ciertas mediaciones del Rey ante grandes empresarios en el escenario internacional de los negocios también arroja un cuestionamiento adicional a la institución de la Corona. Y no digamos ya los episodios privados en los que se atribuye al Rey, con cierta solidez informativa, una actuación personal éticamente alejada de su proyección pública.

Si en diferentes momentos de la Historia política española el pueblo cuestionó a sus monarcas, ésta no es una ocasión distinta, por este tipo de conductas “nada ejemplares” en quienes ostentan la representación institucional de todos los españoles. Se cuestiona a las personas que ejercen dicha representación máxima pero, con dicho cuestionamiento, se plantea si la institución republicana representaría mejor al pueblo español.

Se ha argumentado por algunos que sería una majadería convocar al pueblo cada equis décadas, preguntándole si quiere continuar con su Jefatura de Estado actual o quiere cambiarla. Nadie en su sano juicio pretende esta convocatoria periódica, salvo que la Jefatura del Estado pierda el juicio, como ocurrió en países de nuestro entorno. Los italianos fueron consultados en 1947; los belgas en 1950 y los griegos en 1974. Unos, decidieron seguir con la monarquía y, otros, cambiarla por la república. Los padres fundadores de Estados Unidos argumentaron que ninguna generación podía condicionar políticamente a las siguientes, atando su sistema político a normas fundamentales infranqueables. Parece que, ahora, muchos de los que alardeaban de aquellos padres fundadores, han olvidado a Jefferson, Madison, Washington y compañía.  

La tercera razón y, quizá, la más importante, es la relación de amor-odio que los españoles hemos tenido con la monarquía en los dos últimos siglos. Desde 1808 a 1931, nuestra Historia está jalonada por episodios vergonzosos en los que nuestros monarcas dieron la espalda al pueblo, echándose en brazos de ciertas élites y personajes poco recomendables. Carlos IV terminó sus días en Roma, después de abdicar la Corona en Napoleón y vivir cómodamente de sus rentas. Su hijo Fernando VII protagonizó lo que hoy llamaríamos tres golpes de Estado, uno contra su padre en 1808, otro contra las Cortes de Cádiz en 1814 y otro contra el Gobierno liberal en 1823. Su esposa María Cristina (regente) y su hija Isabel II (reina) terminaron en el exilio por incursiones en política que alteraban los pactos constitucionales. Y el nieto de ésta, Alfonso XIII, terminó también en el exilio por su connivencia con el dictador Primo de Rivera.

Nuestro actual monarca parece que legitimó su reinado el 23 de febrero de 1981, abortando un intento de golpe de Estado, con lo que se quitó el estigma de haber sido designado sucesor a título de Rey por el general Franco. No obstante, sin restarle méritos en su compromiso democrático, no es del todo cierto que los españoles ya votaran acerca de la monarquía, como afirman algunos políticos y periodistas. Los españoles votaron en 1978 una Constitución que les traía la monarquía parlamentaria ya incluida. Entonces, España votó democracia sí o democracia no. Teniendo en cuenta que el régimen político legal del que venimos es una República, violentado por un golpe de Estado, continuado con una dictadura de 36 años y con una monarquía de 39, muchos creemos que ha llegado el momento de solventar una duda que, durante generaciones, ha inquietado al pueblo español: ¿es España, hoy, monárquica o republicana?

Los monárquicos deberían ser los primeros en solicitar el referéndum, si tan seguros están de ser mayoritarios. ¿O es que no están tan seguros y la duda les sigue beneficiando? Si ganaran ellos el referéndum no habría que reformar la actual Constitución, salvo esos retoques que seguro ya están negociando PP y PSOE en secreto. Si ganaran los republicanos entonces sí habría que iniciar una propuesta de reforma constitucional. Pero lo primero es lo primero: saber qué piensa el pueblo español sobre este asunto históricamente tan espinoso.

Un consejo a Felipe VI, una vez aprobada la ley de abdicación: si quiere legitimarse como rey, de entrada y de forma espectacular y sorpresiva, dando un giro a los tiempos y a la institución monárquica, que solicite públicamente al Gobierno que proponga dicho referéndum. Estoy convencido que muchos republicanos de corazón cambiarían entonces el sentido de su voto y le darían a Felipe VI una oportunidad. 

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