Las
elecciones autonómicas andaluzas han revelado dos claros triunfadores: Podemos
y Ciudadanos. Sin embargo, teniendo en cuenta la inclemente campaña política y
mediática contra Podemos, nunca vista desde la recuperación de la democracia en
1977, y teniendo en cuenta además que Podemos no se financia mediante préstamos
bancarios, de los dos triunfadores electorales creo sinceramente que la
victoria de Podemos tiene más mérito que la de Ciudadanos, sin restarle a éste
el suyo propio, que ha sido articular el primer éxito electoral fuera de
Cataluña en pocos meses desde el inicio de su expansión territorial al resto de
España.
Los
no triunfadores en Andalucía son, claramente, el resto de partidos que
aspiraban a representación parlamentaria según las encuestas, es decir, PSOE,
PP, IU y UPyD. Aunque el PSOE ha ganado las elecciones autonómicas, su victoria
es pírrica pues Susana Díaz no ha conseguido aumentar el número de diputados
que le dejó su antecesor, José Antonio Griñán. Bien es verdad que tampoco ha
perdido representación, y de ahí la sensación de victoria, que lo es al fin y
al cabo, máxime en el escenario pluripartidista de la contienda andaluza, pero
triunfo a todas luces insuficiente para gobernar con la estabilidad que
demandaba la candidata socialista, estabilidad que dijo haber perdido con su
socio de gobierno, IU. Por lo tanto, victoria doblemente pírrica. El resto de
partidos no triunfadores, PP, IU y UPyD, son en realidad partidos derrotados
por sus adversarios políticos, pues PP e IU han perdido una considerable
representación parlamentaria y UPyD no ha conseguido, una vez más, entrar en el
Parlamento andaluz, aunque argumentos que justifiquen la resignación siempre se
encuentran.
Ahora comienza la campaña para las elecciones municipales y autonómicas,
segunda de las cuatro citas electorales de este año, y la incógnita ya sólo
consiste en saber qué representación obtendrán los dos partidos más novedosos,
Podemos y Ciudadanos, y en qué medida podrán romper el bipartidismo PP-PSOE que
ha definido nuestro régimen constitucional desde 1982, aunque a la socialista
Trinidad Jiménez le chirríe el término de régimen para referirse a nuestro
sistema político, en una sorprendente reacción airada que tuvo en un especial
televisivo sobre las elecciones andaluzas cuando Íñigo Errejón, de Podemos,
utilizó dicho término. Resulta chocante tener que recordarle a Trinidad Jiménez
(porque lo sabe) que el término régimen, en Derecho Constitucional o en Ciencia
Política, es sinónimo de sistema político, sea éste democrático,
constitucional, autoritario o dictatorial.
Sin
embargo, de los dos partidos novedosos, Podemos y Ciudadanos, es el primero el
que tendrá que hacer frente, de nuevo, a una campaña política y mediática
sucia, difamatoria, de esas que tanto gustan a la derecha radical española,
campaña de la que se encargarán medios de comunicación, periodistas y políticos
adscritos a esa ideología que tantas veces ha embarrado la legítima contienda
electoral en España. Esa derecha radical lleva doscientos años abusando de la
libertad de expresión, manipulando los medios de comunicación a su alcance,
tergiversando los mensajes electorales y difamando sobre las intenciones de sus
adversarios políticos.
Esa
derecha radical de ahora es la lejana heredera de la que se opuso a la libertad
de imprenta en las Cortes de Cádiz de 1810 pero que, sin embargo, la retorció
hasta la inmoralidad contra sus adversarios políticos, los liberales, en la
campaña electoral de 1813, obteniendo como resultado unas Cortes
mayoritariamente absolutistas que permitieron al año siguiente el regreso al
Antiguo Régimen. Esa derecha radical de ahora, política y mediática, es también
la heredera de la que, durante la II
República , participó en la creación del estado general de
pánico al nuevo régimen constitucional que había echado a andar tras la alianza
socio-política de las clases populares y la pequeña burguesía.
Esa
derecha radical de ahora encuentra en los medios digitales el sustrato perfecto
para la expansión de sus virus, que tienen como objetivo atemorizar a los
electores con información tergiversada y, en la mayoría de los casos,
directamente falsa. Esa derecha radical, política y mediática, le ha declarado
la guerra a Podemos, siendo ahora mucho más condescendiente con Ciudadanos.
Luego, de nuevo, el partido liderado por Pablo Iglesias tendrá que hacer frente
a una campaña de difamaciones que exigirá un esfuerzo diario (por no decir
horario) de desmentidos y explicaciones. ¿Está Podemos preparado para ello?
¿Cuenta con estructura y recursos suficientes para responder a tantos ataques
viscerales nunca vistos? La libertad de expresión tiene límites en un Estado de
Derecho, aunque dichos límites se dirimen en sede judicial, una vez que las
calumnias se denuncian. ¿Ha preparado Podemos una bolsa de resistencia para
hacer frente al coste de las demandas que, posiblemente, tendrá que interponer
ante los tribunales? Si no es así, creo que deberían ir pensando en ello, y
comenzar por las últimas declaraciones de Esperanza Aguirre a la Agencia EFE , plagadas de
injurias contra Podemos que sobrepasan el límite tolerable en campaña
electoral.
La
derecha radical parece no haberse enterado todavía de que el pluralismo
político es un valor superior de nuestro ordenamiento jurídico, según la Constitución de 1978.
Por tanto, si esa derecha creyera honestamente en nuestra norma fundamental,
que es tanto como creer en la democracia, respetaría el pluralismo político ya
no solo como valor superior sino como derecho fundamental de los ciudadanos a
elegir libremente a sus representantes políticos, para lo cual es
imprescindible respetar al adversario en justa contienda electoral. Dicho de
otra manera, si esa derecha radical creyera lealmente en la democracia, no
recurriría a instrumentos electorales tan sucios como difamatorios. Y si la
derecha radical asentada en algunos medios de comunicación y en algunos
periodistas creyera sinceramente en la democracia, no pondría la mentira y la
tergiversación al servicio de la libertad de expresión, en la que tampoco esa
derecha cree fielmente. No disfrutaremos de una democracia avanzada y sana
hasta que estas actitudes intrínsecamente antidemocráticas no sean desterradas
del debate político.
Muy bueno y claro tu análisis.
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