Nueva Tribuna
Tercera Informacion
La casa de mi tia
Extremadura Progresista
San Borondon
En un Estado de Derecho no se cuestiona la
libertad de expresión y se ejerce con los límites que establezca el
ordenamiento jurídico. De ahí que sea legítima cualquier forma de protesta
desde terrazas, balcones y ventanas. Pero cuando las protestas saltan a las
calles, se incumple el decreto de estado de alarma, pues las salidas de casa
están bien delimitadas por aquél: compras, paseos, deporte, trabajo, citas
médicas… Se incumple, además, la protección básica de distanciamiento social,
poniendo en peligro la salud de los propios manifestantes y de quienes se
cruzan con ellos. Sin embargo, vemos que las fuerzas del orden no sancionan, se
limitan a observar y controlar las protestas. El ministro del Interior tendrá
que explicarnos por qué esta pasividad de los cuerpos de seguridad que están a
sus órdenes, porque no se pueden aplicar dos varas de medir, una para los
viandantes individuales que se saltan las normas y son sancionados, y otra para
la clase media-alta (y lo que es peor, la clase humilde que se cree de otra
clase) que se cree con derecho a todo y que piensa que el ordenamiento jurídico
no va con ellos sino con los de siempre, con los más débiles.
Ya sabemos que la extrema derecha y la
derecha extrema no han digerido nunca la democracia en España. No aceptaron el
Estado liberal desde 1812 y se han subvertido contra todos los avances que el
liberalismo progresista arrancó al liberalismo conservador, y que luego
continuaron oponiéndose a las ideas democráticas que penetraron en las
sociedades europeas a finales del siglo XIX y a las luchas obreras que
transformaron el Estado liberal en social y democrático, ya en el siglo XX.
Esto que llamamos en España la derechona combatió con fuerza las
protestas y huelgas obreras y las replicó con violencia y con golpes de Estado,
que es a lo que estaba acostumbrada desde el siglo XIX. Sólo un entorno europeo
e internacional le obligó a aceptar la democracia como mal menor, siempre y
cuando gestionaran ellos el poder y las administraciones. Por eso, cuando no es
así, cuando hay una mayoría social que elige gobiernos progresistas o se
conforman éstos en el Congreso de los Diputados, tal y como la Constitución
española permite, la derechona se revuelve en sus asientos y en sus
entrañas, no concibe la pérdida temporal del poder, y pronto comienza a
maquinar la intoxicación, el envenenamiento y la subversión contra los
gobiernos legal y legítimamente constituidos. No es sólo una petición de
dimisión, que entra dentro del derecho a la libertad de expresión y a la discrepancia
política, es algo más peligroso todavía, es la difusión permanente de bulos y
mentiras a través de las redes sociales y los medios de comunicación que
ampliamente dominan, y que buscan exclusivamente alterar el orden
sociopolítico, aprovechándose de unas masas sociales desinformadas que dan por
cierto el grandilocuente titular que les llega a su móvil o a su ordenador.
Por eso, ahora más que nunca, ahora que las
protestas de la derechona están creciendo, los ciudadanos progresistas
debemos responder con claridad y sin miedo, y debemos visibilizar nuestra
discrepancia democrática contra esas caceroladas, pero diferenciándonos
totalmente de ellas, pues los ciudadanos progresistas, sin exculpar al Gobierno
de todo, pensamos que éste hace todo lo que puede para preservar la salud
pública general, como mandata la Constitución, y que aunque se haya reaccionado
tarde, como otros gobiernos europeos, y se puedan hacer mejor aún las cosas, no
es tiempo de cuestionar ni la legitimidad ni la legalidad de nuestro Gobierno,
que es el todos los españoles hasta que se convoquen nuevas elecciones. No es
fácil gestionar una pandemia como ésta, y la prueba está en la desorientación
que ha habido en todos los países. No está haciendo el Gobierno de Sánchez nada
muy distinto a lo que hacen otros gobiernos de nuestro entorno e, incluso,
algunas cosas las ha hecho mejor, como desplegar las históricas ayudas sociales
y laborales que, sin duda, van a proteger a cientos de miles de trabajadores,
autonómos y empresarios y que, sin duda, con un Gobierno del PP, se habrían
limitado mucho para la clase trabajadora, pues ya tuvimos ocasión de
comprobarlo en la gestión que hicieron de la Gran Recesión de 2011 a 2018:
recortes, recortes y más recortes.
A partir de hoy, haya o no más aplausos, yo
convoco a los ciudadanos progresistas a colgar sábanas o telas blancas en las
terrazas y ventanas para seguir expresando de aquí en adelante nuestro apoyo al
colectivo sanitario, para exigir una sanidad pública reforzada y blindada en la
Constitución, un pacto de Estado para asegurar su financiación sin recortes y,
por último, para expresar nuestra discrepancia con las caceroladas, pero a
nuestro modo, de forma pacífica, respetuosa con la salud de los demás y en
silencio, con el grito de la imagen y símbolo de una sábana blanca que expresa
paz y concordia y que, además, es la bata blanca de los médicos y enfermeros que
nos intentan salvar la vida, aun muchos arriesgando la suya propia. Colguemos
sábanas blancas en terrazas, balcones y ventanas y expresemos nuestro apoyo a
los sanitarios y nuestra discrepancia con quienes cuestionan las medidas de
salud pública que implementa nuestro Gobierno contra la pandemia.
©
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ, 2020
Cuitas
e ideas de un soñador desvelado. Vol. 4
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