Cuando el Gobierno ofrece traspasar a Euskadi 30 de las 32 competencias pendientes a cambio de un pacto para el resto de legislatura, se comprueba una vez más que la política en España no viene marcada por las “posibilidades” sino por los “intereses”. PSOE y PP no atendieron la petición de reforma electoral que hicieron IU y UPyD y, así, prefirieron renunciar a pactar políticas estatales con partidos de ámbito nacional los cuales, con un régimen electoral más proporcionado, obtendrían los escaños que justamente les correspondería por sus votos en el recuento nacional. Dos millones de electores se quedan sin representación parlamentaria y, aún así, PSOE y PP se felicitan por nuestro sistema democrático. Pierden, sin embargo, la oportunidad de promover el contrapeso nacionalista en una cámara, el Congreso de los Diputados, que aunque envíe parlamentarios por provincias, aprueba legislación de aplicación estatal. Atendiendo a su función legislativa, el Congreso debería elegirse por un sistema de circunscripción electoral única, no provincial. Esta última debería mantenerse sólo para elegir las Diputaciones Provinciales, Forales, Cabildos y Consejos Insulares en unas remodeladas elecciones provinciales, que dieran a estos territorios más relevancia de la que tienen.
© Francí Xavier Muñoz, 2010
A diestra y siniestra
Cartas al Director y un grito desesperado. Vol. III
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