Un argumento falaz de monárquicos y cortesanos consiste en comparar el gasto de la monarquía española en relación a las otras monarquías europeas, argumento falaz por cuanto la comparación -en cuanto al gasto sufragado por el presupuesto público- hay que hacerla con respecto a una república, modelo con el que la monarquía no resiste la comparación. Todos los actos, firmas y poderes de un monarca parlamentario son meramente simbólicos y representativos, pues el contenido de todos ellos siempre debe ser refrendado y legitimado por un miembro del Gobierno. Son actos, firmas y poderes que se mantienen por cortesía institucional o costumbre histórica, pues efectivamente en el pasado los ahora monarcas parlamentarios tuvieron esas facultades y poderes como monarcas constitucionales o absolutos, mientras que ahora sólo representan simbólicamente esas facultades y poderes como tributo a la relevancia de Estado que se les quiere dar y a la prerrogativa real que en el pasado tuvieron. Por tanto, para dichas actuaciones hoy resulta más rentable una república que una monarquía, ya que en aquélla sólo hay que costear a una familia mientras que en ésta el presupuesto se extiende a las familias de todos los hijos y hermanos del monarca quienes, además, se benefician, por su privilegiada posición, de puestos de trabajo muy bien remunerados. El problema, sin embargo, es que las pocas monarquías parlamentarias europeas que quedan se asientan en países con una tradición monárquica de siglos, sin apenas interrupciones en su Historia, y de ahí la dificultad del recambio republicano que, de llegar, no lo hará por un proceso revolucionario sino por uno pedagógico y pacífico, que llevará muchos años en hacer atractivo y mayoritario ante la sociedad. Esa es la labor a la que se tienen que dedicar todas las plataformas, asociaciones y partidos republicanos.
© Francí Xavier Muñoz, 2011
A diestra y siniestra.
Cartas al Director y un grito desesperado. Vol. III
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