grito y busco tus ojos verdes.
A veces, te amo solitario
y mi cuerpo entero se busca
en tus manos, algunas veces.
Soy como un volcán condenado a dormir despierto
o como un río que no llega nunca a la mar. Mis pasos se pierden en tu risa de cabriola
y mis huellas van buscando el paso de tus sombras.
No te pierdas en la ausencia, no me dejes solo,
aunque mis besos te sepan duros como piedras.
No es mi corazón el que besa. Son los fantasmas
de siempre, que cabalgan sin dejarme vivir.
Si algunas veces me ves ausente y miro fijo,
no te asustes... te quiero... a ver si los despisto.
Has cambiado tantas cosas en tan poco tiempo
que ya no quiero echarte de mi vida. Contigo recupero el corazón de mi infancia
y regreso siempre a mi yo perdido.
Sin embargo, a veces, los recuerdo.
A mis miedos y a mis fantasmas,
a mis sueños y a mis quimeras, todos inciertos.
Tú, sin embargo,
despiertas la mañana hundiéndote en la noche, venciendo batallas, queriendo amar.
Y es entonces cuando huyo de mí mismo
y me dejo llevar, cuando te miro, y todo
se pasa, y todo lo olvido.
Ahora vuelve todo a estar en calma.
Ahora nos amamos, ahora los dos solos. ¿Podremos salvar este amor tan tenso,
soportar nuestras miradas vencidas
y vencer a todo con una nueva mirada?
© Francí Xavier Muñoz, 1992
El juego de la
inocencia. Poemario II
Ala, ala, ala, ala plimo, que he estado esta noche justo así después de volver a enrollarme con la chica que me trae de cabeza y volver a irse ella sin terminar de concretar nada.................... que fueeeeeeeeeeeeeeerteeeeeeeeeeeeeeee
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