El término “oposición” tiene varias
acepciones en política. Se entiende por “oposición” todo el arco parlamentario
que queda tras el partido vencedor en unas elecciones. También se reduce el término “oposición” al segundo
partido más votado y a su dirigente se le concede normalmente el título de
“líder de la oposición”, especialmente desde la reforma que introdujo Felipe
González para intentar conformar un Parlamento a la británica y reconocer en
aquel entonces a Manuel Fraga con el premio de consolación de representar
formalmente a todos los partidos que quedaban fuera de la mayoría de gobierno
en ciertos actos institucionales. Si nos atenemos a esta segunda acepción, nos
encontramos con que el “líder de la oposición” en Galicia y País Vasco sería
esa “mayoría silenciosa” –que diría Rajoy- que ha expresado, sin embargo, alto
y claro su opción política preferida en las últimas elecciones autonómicas en
esas comunidades. Así, gallegos y vascos han dotado a la abstención de un alto
contenido político que, sin embargo, partidos y tertulianos han preferido
obviar en sus detallados análisis y comentarios. Sin embargo, este dato es muy
relevante pues en las últimas elecciones generales y autonómicas la abstención
ocupó el cuarto lugar en las preferencias de los electores, lo cual revela que
la desafección de los españoles hacia la política y sus representantes sigue creciendo
a velocidad imparable.
El partido más afectado por esta creciente
y abultada abstención es, precisamente, el partido que más ha descendido en
apoyo electoral en estas últimas elecciones gallegas y vascas, es decir, el
PSOE, que continúa su trayectoria descendente iniciada en las elecciones
autonómicas y generales de 2011 y en las andaluzas de 2012. Sin embargo, y
aunque pueda parecer sorprendente, la dirección federal del PSOE no entona el mea culpa, de momento, y se agarra al
clavo ardiendo de la lectura sesgada de los datos para obtener lo poco de
positivo que haya en ellos, esquivando lo mucho de negativo que revelan. La
rueda de prensa de su vicesecretaria general, Elena Valenciano, ha sido todo un
ejercicio de funambulismo político que quedará en los anales de la impostura y
la cerrazón partidista.
Elena Valenciano ha dicho que “las voces
críticas en el PSOE son las de siempre”, refiriéndose quizás a las voces
críticas que llevan siendo silenciadas desde hace años y que reclaman un contenido
socialdemócrata a las políticas económicas que ha venido implementando el PSOE
cada vez que ha tenido ocasión de gobernar. Hay un dato incuestionable en
Galicia: de los siete diputados que pierde el PSOE, cuatro se van a Alternativa
Galega y tres al Partido Popular, es decir, cuatro a la izquierda y tres a la
derecha. Datos así se pueden contrastar en casi todas las últimas elecciones,
lo que demuestra que el PSOE sigue teniendo dos almas: una, de izquierdas,
socialdemócrata e incluso a veces socialista; otra, de centro, liberal e
incluso a veces de derecha moderada, la familia social-liberal integrada por
los liberales sociales o progresistas. Elena Valenciano, al despreciar esas
“voces críticas de siempre” no parece caer en la cuenta que esas voces no son
solo el reflejo de una militancia interna sino también de los votantes que se
sienten representados por esas voces y que abandonan al PSOE en las urnas.
En lugar de hacer autocrítica, la dirección
federal del PSOE se enroca, en palabras de Valenciano, en el “ciclo electoral
negativo” iniciado en las autonómicas de 2011, obviando por supuesto que ese
ciclo lo comenzó el giro copernicano que aplicó Zapatero a su política
económica en mayo de 2010, exigiendo sacrificios a los colectivos más numerosos
que dependían de los Presupuestos Generales del Estado y excluyendo de dichos
sacrificios a los colectivos privilegiados que viven de sus altísimas rentas.
El “ciclo electoral negativo” al que alude Valenciano tiene nombre y se llama
“Zapatero y su coro silencioso”, que fue incapaz de enmendar la plana al
presidente del Gobierno y secretario general del PSOE; “coro silencioso” del
que por cierto formaba parte la señora Valenciano.
Sigue diciendo la vicesecretaria general
del PSOE que “estos resultados no son una evaluación porque siempre han perdido
allí más que han ganado”, refiriéndose a Galicia y País Vasco, con lo que
parece despreciar no solo las ocasiones en que “allí” han podido gobernar sino,
lo que es más grave, los buenos resultados que “allí” han cosechado en otras
elecciones, especialmente generales y municipales. Todavía recuerdo el éxtasis
del PSOE por los resultados del País Vasco en las generales de 2004 y 2008,
cuando el PSOE se asentaba como la segunda fuerza política y granero de votos
para Zapatero. El análisis de Valenciano
es el típico que resulta de ver la botella medio llena en lugar de medio vacía,
pues los resultados actuales de “allí” ahora revelan un descenso importante en
número de votos y porcentaje, que es lo que hay que analizar para “evaluar” la
acción de gobierno y la acción de oposición tanto en uno como en otro
territorio. De una evaluación correcta de los resultados el PSOE puede deducir
que su apoyo electoral en ambas comunidades autónomas ha pasado del 30 al 20%.
No se trata de confirmar que “allí” casi siempre pierden sino de ver por cuánto
pierden, señora Valenciano.
Continúa diciendo la número dos del PSOE
que no “se puede cuestionar la dirección federal cada vez que el partido pierde
pues no habría estabilidad”, comparando estas últimas pérdidas electorales con
cualesquiera otras habidas antes de 2011. Craso error, pues el batacazo en las
autonómicas y generales de ese año le reportó al PSOE los peores resultados de
su trayectoria electoral desde 1977. Tendencia que continuó con Andalucía,
donde perdió las elecciones por primera vez, y ahora en Galicia y Euskadi,
donde recoge un apoyo electoral en torno al 20%, que parece más un punto de
inflexión hacia abajo que hacia arriba si no se cambian pronto las políticas y
los dirigentes que las defiendan. Por tanto, señora Valenciano, no se trata de
cuestionar una dirección federal cada vez que se pierde sino por cada vez que
se pierde con peores resultados. El PSOE, desde la elección de esa dirección
federal, no remonta ni siquiera un poquito sino que va a peor, cada vez
perdiendo más apoyos y dejando de ser el referente político de la izquierda
urbana, de la izquierda activa y de la izquierda transformadora.
Finalmente, ha habido una frase de Elena
Valenciano que a mí, particularmente, me ha dejado muy preocupado. Ha dicho que
“los resultados deben acelerar la transformación programática del partido”,
pero no ha aclarado para qué, si para reconstituirse en el partido referente de
la izquierda española o para ser alternativa de gobierno al PP y, por tanto,
competir por su electorado liberal. Quizás algunos en el PSOE ya hayan llegado
a esta conclusión y de ahí su cierre de filas ante sus dirigentes actuales para
preservar la pata amable, social, del capitalismo salvaje liberal que nos
atenaza. El PSOE se convertiría así en la otra cara de la moneda de la
democracia liberal, un partido que representaría solo a las clases medias e
incluso a las privilegiadas.
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