Advierten los
obispos de que “la legislación española sobre el matrimonio es gravemente
injusta”. Sin embargo, lo que de verdad es injusto es que los obispos españoles
mientan de esa manera, cuando la legislación española sobre el matrimonio civil
es una de las más justas del universo, junto a las de otros once países que
también tienen legislaciones justas sobre el matrimonio. La justicia de todas
esas legislaciones deriva del hecho de que todas ellas prohíben la
discriminación por orientación sexual en el acceso a la institución jurídica
del matrimonio civil. No sé si los obispos españoles saben que la prohibición
de discriminación por orientación sexual se incluye en la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea
y, por tanto, los ordenamientos jurídicos deben respetar dicha prohibición.
Poco a poco, en el ámbito de la
Unión , todos los países miembros irán eliminando dicha
discriminación de sus legislaciones sobre matrimonio. Hoy es Francia, mañana
será otro país y, pasado, otro.
Consideran los obispos en su nota que es “urgente una modificación de la
ley para proteger la institución [del matrimonio] y la familia”. Parece que los
obispos se confunden de orden, pues el matrimonio católico y su familia
derivada deben estar protegidos, precisamente, por la Iglesia católica. Del
matrimonio civil y de los distintos tipos de familia (derivadas o no de
matrimonio) se deben ocupar y se ocupan los poderes públicos. Esta confusión de
orden (civil y religioso) era propia de épocas anteriores al siglo XIX, pero a
comienzos del siglo XXI revela que lo urgente de verdad es una modificación de la Conferencia Episcopal
para preservar la continuidad de la
Iglesia.
Piensan
los obispos que “actualmente no se reconoce ni se protege por ley el derecho de
quienes contraen matrimonio a ser reconocidos expresamente como esposos y
esposas”. Sin embargo, ese derecho lingüístico al que apelan los obispos no se
suprime en el orden religioso, luego en las bodas católicas los contrayentes
podrán seguir llamándose esposos y esposas si así lo desean. La Conferencia Episcopal
no entiende que en el orden civil es el legislador quien elige los términos
para referirse a los conceptos jurídicos. Una vez más, los obispos españoles
parecen no haber avanzado con los tiempos. Los términos “cónyuge”, “consorte” o
“contrayente” son términos neutros, sin género, apropiados precisamente para
una legislación sobre matrimonio por fin igualitaria que no discrimina ni en
razón de sexo ni en razón de identidad u orientación sexual, siendo así una de
las legislaciones más avanzadas del mundo en dicha materia. Además, mantener
los términos de “esposo” y “esposa” para las partes contratantes en un matrimonio
contraviene lingüísticamente la posibilidad de disolución de dicho matrimonio
que permite, precisamente, el ordenamiento jurídico civil. Por tanto, eran ya
unos términos anacrónicos.
Piensan también los obispos que “actualmente no se reconoce ni se
protege por ley el derecho de los jóvenes a ser educados como esposos y esposas
del futuro”. Con esta afirmación tan peregrina la Conferencia Episcopal
definitivamente ha perdido el norte. ¿Desde cuándo una legislación civil tiene
que instruir a los sujetos de derecho en el matrimonio? Otra cosa es que se
impidiera a los padres católicos instruir a sus hijos para dicha institución,
lo que ninguna norma civil prohíbe. ¿No será que el ministerio católico al
frente de las diócesis e iglesias no está dando los frutos deseados y por eso
los obispos pretenden que el Estado les eche una mano en su cruzada
matrimonial? Resulta sorprendente (e intolerable) que a estas alturas del siglo
XXI todavía la jerarquía católica piense, hable y actúe como si no se hubiera
hecho la transición del Estado absoluto al Estado democrático.
Piensan también los obispos que “actualmente no se reconoce ni se
protege por ley el derecho de los niños a disfrutar de un padre y de una madre,
en virtud de cuyo amor son acogidos en una familia estable”. Sin embargo, por
mucho que le pese a la Iglesia ,
ninguna ley -ni siquiera de Derecho Canónico- puede garantizar el derecho de
los hijos a disfrutar de progenitores; lo único que pueden imponer las leyes
son derechos y deberes básicos para progenitores e hijos, sean quienes sean
aquellos y éstos. Por otro lado, los obispos vuelven a insultar y a despreciar
cuando en esa afirmación equiparan la estabilidad familiar a la composición
masculina y femenina del hogar parental; con lo que vuelven a negar dicha
estabilidad familiar a hogares monoparentales u homosexuales.
En
definitiva, ninguna ley civil, por mucho que le pese a la Iglesia , debe reconocer el
derecho exclusivo al matrimonio religioso. Por otro lado, el ordenamiento jurídico
protege los derechos básicos de todo niño, sea natural, acogido o adoptado,
sean quienes sean los progenitores. Otra cosa es que a los obispos no les
gusten otros tipos de familias distintas a las mandatadas por la doctrina de su
Iglesia, lo que no les da derecho a despreciarlas. En toda su diatriba contra
los matrimonios homosexuales parece que temieran más a la libertad que a su
propia religión, es decir, parece que temieran una conversión en masa a la
homosexualidad, lo que no deja de tener su gracia si no fuera porque dicho
temor revela un pensamiento cuasi paranoico. Aunque, ciertamente, la libertad
siempre ha sido el peor adversario de la religión; nada mejor que la
restricción intelectual para dogmatizar, adoctrinar y, en definitiva, adormecer
a las masas.
Consideran los obispos en su nota de prensa que “es su obligación ayudar
al discernimiento acerca de las leyes”, con lo que demuestran una vez más que
su reloj se detuvo en el tiempo pues parece que todavía no se han percatado de
que el régimen constitucional eximió a los obispos de tan alta responsabilidad:
ahora, las leyes se disciernen en el Parlamento y se aplican e interpretan por
los jueces. Además, el discernimiento jurídico de los obispos siempre estaría
mediatizado por la doctrina de la
Iglesia , luego no sería nunca un discernimiento ni ecuánime
ni neutral, así que no nos serviría de mucha ayuda.
Dicen también los obispos que “ahora se establece una insólita
definición legal del matrimonio con exclusión de toda referencia a la diferencia
entre el varón y la mujer”. Efectivamente, esto es así, pero no es insólito. Se
excluye tal diferencia sexual porque se amplía la institución civil del
matrimonio a las personas del mismo sexo, ya que la orientación sexual no puede
justificar la discriminación ni en la ley (igualdad material) ni ante la ley
(igualdad formal), según las aportaciones más avanzadas al Derecho
Internacional que se han hecho en materia de derechos fundamentales y humanos.
Los
obispos también afirman “con dolor” que “las leyes vigentes en España no
reconocen ni protegen al matrimonio en su especificidad”. Parece que, para
practicar el celibato, los obispos dan mucha importancia al sexo pues conceden
al matrimonio su carácter específico en la diferencia de los sexos, no en la
vida en común por amor y cariño, por ejemplo. De esta declaración se desprende
que para los obispos no hay matrimonio válido si no hay hijos naturales
concebidos en él, único carácter específico del matrimonio entre personas de
distinto sexo. El resto de matrimonios (incluso aquellos que voluntariamente no
desean concebir) no serían para los obispos específicos de la Iglesia , es decir, que
serían matrimonios de segunda.
Finalmente, piden los obispos “a María Santísima que cuide de las
familias e interceda por los gobernantes”. ¿No deberían ser ellos quienes
intercedieran por las familias exigiendo a los gobernantes que no redujeran
recursos ni recortaran presupuestos en aquellas partidas ministeriales que
afectan directamente a todas las familias como son Sanidad, Educación,
Dependencia…? Una vez más, los obispos españoles demuestran que les importan
más “los asuntos de cama que de lana”, que diría un amigo mío. ¿Dónde están las
notas de la Conferencia Episcopal
contra los desahucios, el paro, los recortes, las estafas bancarias, etc.,
etc.? Mejor será que María Santísima interceda por ellos mismos, por los
obispos, aunque seguro que lo haría sin mucho convencimiento porque los obispos
españoles no tienen remedio, son de un pretérito desacostumbrado incluso para
ella.
@
Francí Xavier Muñoz, 2012
No me
busques que me encuentras
Cuitas
e ideas de un soñador desvelado. Vol. II
No hay comentarios:
Publicar un comentario