Doce años de mi vida contigo
son como las doce flores variadas
que hoy te regalo en ese ramo.
Una a una, simbolizan el amor
que a ti profeso todavía.
Un amor desorientado al principio
que no acertaba a darse cuenta
que había llegado para robarme
el desperdigado afecto que yo repartía
en tantas ilusiones transitorias.
Un amor que ha superado miedos y palabras,
derrotando obstáculos y barreras,
con la firmeza de anhelarse eterno
más allá de las modas pasajeras.
Un amor por el que hemos luchado en solitario
sin apenas testigos que lo incordien,
con la mirada diaria de mi madre,
cómplice de distancias y reencuentros.
Un amor que es sólido en la roca del cariño,
tierno en la comprensión de las disculpas
y pícaro en la aceptación de la complacencia.
Un amor a prueba de casi todo
porque casi todo se lo confiesa.
Quizá por eso nada ni nadie lo derriba.
© FXM 2016
Destino reconciliado. Poemario VII
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