Si nos despertamos cada mañana
con la sonrisa en
los labios y ausentes
de lo que nos rodea,
incluyéndonos,
será un día de
fiesta.
Si entramos en la
cocina con música
y nos preparamos el
desayuno,
cómplices de la
noche arrebatada,
será un día de
fiesta.
Si desayunamos en el
salón,
desplegando
cubiertos y vajilla
como si fuese una
cena de gala,
será un día de
fiesta.
Si recogemos la casa
cantando
y nos vestimos
pidiendo opinión,
prestándonos
perfumes favoritos,
será un día de
fiesta.
Sin embargo…
Si al salir a la
calle tropezamos
con la rutina diaria
y sus molestias
y nos liamos en
discusiones tontas,
la fiesta se
adormece.
Si nos obcecamos en
egoísmos
y verdades dudosas
que se olvidan
con el inefable paso
del tiempo,
la fiesta se despuebla.
Si nos olvidamos de
la mañana
y persistimos en errores
mutuos
abroncándonos el
resto del día,
la fiesta se
termina.
Si llega la noche y
nos separamos
para no hablarnos ni
vernos las caras,
hundiendo nuestro
amor en el silencio,
la fiesta se abandona.
Si nos conducimos
por el orgullo
y el lamento de una
vida irresuelta,
quejándonos de lo
que nos separa,
será el fin de la
fiesta.
© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario