Publicado en:
https://www.tercerainformacion.es/opinion/24/03/2021/jugada-multiple-en-el-tablero-politico/
https://nuevatribuna.publico.es/opinion/franci-xavier-munoz/jugada-multiple-tablero-politico/20210324172612186030.html
http://extremaduraprogresista.com/libre/40-libre-opinion/27529-jugada-multiple-en-el-tablero-politico
Ya dije aquí mismo, en junio de 2020 (Ciudadanos
en su tormenta perfecta), que Albert Rivera había desperdiciado
cogobernar con Pedro Sánchez con una mayoría parlamentaria sólida de 180
diputados. Éste fue el primer gran error de Ciudadanos. El segundo error de
Ciudadanos, como dejé caer también aquí, en octubre de 2020 (Partida
de billar en la derecha), fue no propiciar una moción de censura
en la Comunidad de Madrid, que hubiera hecho presidente autonómico a Ignacio
Aguado, con el apoyo parlamentario de PSOE y Más Madrid, que habría relanzado a
Ciudadanos como partido social-liberal, moderado y de gobierno. No hacer esa
moción de censura en Madrid llevó a Ciudadanos a su tercer error, que también
expliqué en ese mismo artículo: no ver que la moción de censura del líder de
Vox, Santiago Abascal, contra Pedro Sánchez escondía, en realidad, una moción
de censura de PP y Vox a Inés Arrimadas, para resituar el voto de la derecha
nacional en torno a dos partidos, al igual que el voto de la izquierda estatal
estaba ya repartido en dos opciones también, PSOE y Podemos. De error en error,
llegamos a la precipitada moción de censura de Murcia, que Arrimadas no supo
prevenir o presentar al mismo tiempo con otra en Madrid, ya que ni PSOE ni
Ciudadanos contaron con que la cabra siempre tira al monte, y el PP se saltó el
pacto anti transfuguismo, comprando votos a cambio de consejerías en el Gobierno
murciano para tres arribistas de la formación naranja.
Sin embargo, la precipitación de las
elecciones anticipadas en Madrid ha dado un vuelco con la candidatura del líder
de Podemos, Pablo Iglesias, que ha conseguido recolocar a cada partido ante su
electorado más natural, después de la previsible disgregación de la mayor parte
del voto de Ciudadanos. Justo el día antes del anuncio de Iglesias, comentaba
con unos amigos en una tertulia telemática, la necesidad que había en la
izquierda madrileña de articular una “operación Carmena”, una plataforma o
coalición entre PSOE y Más Madrid, con la candidatura de alguna personalidad
relevante, con proyección pública y prestigio, independiente a ambos partidos
pues, lamentablemente, la oposición política a Ayuso aquí en Madrid había
brillado por su irrelevancia, en el caso del PSOE, y por su escasa difusión, en
el caso de Más Madrid, a pesar de que su candidata, Mónica García, se había
dejado la piel en una lucha constante y diaria contra los desmanes sanitarios y
sociales del PP madrileño. Cuando se anunció la candidatura de Gabilondo muchos
pensamos que el PSOE daba otra vez por perdida la batalla electoral madrileña
(Ayuso ya no es la Ayuso de 2019), y que Mónica García no igualaría el
resultado anterior de Más Madrid, pues algunos de sus votantes manifestarían
ahora su decepción porque Íñigo Errejón dejara la Asamblea por el Congreso sin
cubrir las expectativas creadas en torno a la opción de Más País. La izquierda
madrileña, con Gabilondo y García, no podría superar a la derecha de Ayuso y
Monasterio. Se hacía más necesario que nunca, expresé en esa tertulia, un
revulsivo en la izquierda para confrontar con la derecha-extrema-derecha que
representaban PP y Vox en Madrid.
Y al día siguiente, Pablo Iglesias anunció
su candidatura por Podemos. Como es habitual en él, dio una patada al tablero
político y desorientó a todos, a derechas y a izquierdas. Luego se ha revelado
que no fue la primera opción, pero una vez descartadas o rechazadas otras, no
dudó en asumir el reto de confrontar en pie de igualdad con esa
derecha-extrema-derecha de Ayuso y Monasterio. Pablo Iglesias sabía no sólo que
Podemos se la jugaba en estos comicios sino que, además, la izquierda moderada representada
por Ángel Gabilondo y Mónica García no iba a ser capaz de mantener el número de
diputados actuales de PSOE y Más Madrid en la Asamblea autonómica, pues la
polarización en la que PP y Vox iban a situar estos comicios desmovilizaría,
sin duda, a parte de la izquierda, más aún en una jornada electoral en día
laborable, en la que los trabajadores de pymes lo van a tener más complicado
para ejercer el derecho al voto dentro de su jornada laboral. El líder de
Podemos, que es más activista que político, sabía que sólo él podía dinamizar
el voto de la izquierda en Madrid, y apostó por ello, renunciando a las mieles
de su posición en el Gobierno central. Este gesto, que se fue procesando en los
días siguientes, ha ido recibiendo la consideración y el apoyo de esos sectores
de izquierda que se sentían mal representados por una oposición que no ha
sabido o no ha podido “dar caña” a la nefasta gestión sanitaria-social de
Ayuso. Durante meses, muchísimas personas y colectivos se sentían despreciados
por su Gobierno autonómico y, al mismo tiempo, desamparados por su oposición
parlamentaria. Estos sectores son los que han dado un respingo de alegría al
tener ahora la opción de votar a un candidato de izquierda alternativa que
viene a dar caña a esa derecha-extrema-derecha que se cree con impunidad para
todo. Impunidad para gestionar lo público en favor de lo privado, engordando
las cuentas corrientes de los amigos del poder; impunidad para exponer a los
madrileños a riesgos temerarios, sobrecargando a los hospitales públicos y
desahogando a los comercios privados, sus votantes naturales; e impunidad para denostar
una ideología política, el comunismo democrático, que ha aportado más a la recuperación
de la democracia en este país que el partido del que proviene el PP, Alianza
Popular, fundado por ex ministros franquistas y de los que 8 de sus 16
diputados constituyentes se abstuvieron o votaron en contra de la norma suprema
que ahora nos rige a todos.
El Partido Comunista de España renunció a
la bandera republicana, aceptó la monarquía parlamentaria y sus 20 diputados
constituyentes votaron a favor de la norma suprema que se promulgó el
6-12-1978. Es decir, que el PCE fue un partido inequívocamente democrático y
constitucional, no como AP, que se partió por la mitad en su apoyo a la
Constitución española y al nuevo orden político democrático. Es la
derecha-extrema-derecha la que sitúa el debate ideológico en el falso
reduccionismo “socialismo o libertad”, que cambia inmediatamente, cuando se
presenta Iglesias, a “comunismo o libertad”, identificando a Podemos con dicha
ideología y haciendo, por tanto, a dicho partido su auténtico rival político. Con
ese falso reduccionismo Ayuso, Casado y Egea no sólo demuestran su ignorancia o
perversidad con respecto al compromiso con las libertades que siempre han
tenido el socialismo y el comunismo democráticos en el mundo entero, sino que
también demuestran ignorancia o desprecio a la realidad de ese comunismo
democrático de los años 70 del pasado siglo que en nuestro continente fue
llamado “eurocomunismo”, y que en España lideró Santiago Carrillo. Merece la
pena extractar parte del comunicado del Comité Central del PCE con ocasión de
la celebración del referéndum para la aprobación de la Constitución de 1978: “constituye en su conjunto un texto
plenamente aceptable por la clase obrera y demás sectores populares, por cuanto
reconoce una amplia gama de derechos fundamentales, proclama sin equívocos la
soberanía del pueblo, establece un sistema parlamentario, abre las puertas a
las transformaciones sociales y económicas de signo progresista y crea las
bases para la organización de un amplio sistema de autonomías. (…) la
aprobación de la Constitución significará la liquidación de la legalidad
franquista y el comienzo efectivo de una nueva legalidad democrática, que luego
habrá que extender a todos los aspectos de la vida social de España mediante un
programa de acción legislativa, en el que se refleje el principio fundamental
de la nueva Constitución: la soberanía del pueblo». Alguien debería hacer
llegar a la desinformada Ayuso este comunicado del PCE para que deje de
confundir a muchos electores, mintiendo con respecto al pedigrí democrático de los
comunistas. O quizá traducirle la definición que aparece en su página web: “El
PCE es la unión voluntaria de hombres y mujeres que se proponen participar democráticamente
en la transformación revolucionaria de la sociedad.” ¿Acaso no es
también Internet una transformación revolucionaria de la sociedad? Es Ayuso, y
no Iglesias, quien reescribe el eslogan de Podemos para elegir en las urnas entre
“demócratas o ultras”.
No
importa que, al final, Más Madrid rechace una lista conjunta con Podemos pues,
efectivamente, el régimen electoral de la Comunidad es muy proporcional, al ser
una única circunscripción, y por tanto el porcentaje obtenido en votos se
reproduce casi exactamente en escaños. No sé hasta qué punto esa oferta de
Iglesias era sincera o se obligaba con ella al electorado de izquierda a marcar
la diferencia entre Más Madrid y Podemos, reproduciendo la ruptura que los
llevó a competir separados en 2019, tanto en las autonómicas como en las
generales. Conformar ahora una lista única en Madrid, con el reparto actual de
escaños entre las dos formaciones, habría supuesto, quizás, armar una
candidatura cremallera con 3 candidatos de Más Madrid por 1 de Podemos.
Sabiendo que el PSOE iba a competir por el electorado progresista de
Ciudadanos, optando por situarse en el centro político, quizá la oferta de
alianza a Más Madrid sólo buscaba situar a ese partido en una izquierda
moderada o socialdemócrata y a Podemos en una izquierda radical o socialista.
Desvelada ahora por Iglesias la estrategia electoral del PSOE, declarando sin
pudor que compite por el voto del Ciudadanos más centrista, la incógnita y
emoción de estas elecciones va a girar en torno al resultado que obtengan Más
Madrid y Podemos, sabiendo estos últimos que van a recuperar algo de ese voto
perdido hace dos años, pues saben que, a pesar de la moderación, hay un
porcentaje de votantes de Más Madrid que reclama más contundencia para
confrontar con la derecha-extrema-derecha de PP y Vox. Ésta será, sin duda, la
emoción inesperada que tendrán estas elecciones, pues Iglesias evitará el paseo
triunfal que la deslenguada Ayuso pensaba darse en la campaña electoral,
profiriendo todo tipo de mentiras y ofensas contra el comunismo y el
socialismo, sin que las respuestas de sus adversarios le rozaran. Ahora tendrá
que vérselas con un adversario sin pelos en la lengua. La otra emoción será ver
cómo Iglesias moviliza el voto de izquierda más radical que, muchas veces, es
también el más abstencionista, y que ni Gabilondo ni García ni otra/o
candidata/o de Podemos podría movilizar igual, con las encuestas en contra
anunciando menos de un 5% de los votos para la formación morada, lo que ya
desmoviliza a su electorado (intención, por cierto, con la que se encargan y
publican algunas encuestas). Yo auguro que, al final, los grupos parlamentarios
de Más Madrid y Podemos estarán bastante equilibrados.
Pero
la jugada de Iglesias anuncia otro objetivo a medio plazo, quizá mucho más
interesante que la batalla por Madrid: la sucesión en Podemos de la mano de una
mujer y nada más y nada menos que de la flamante ministra de Trabajo, Yolanda
Díaz. Ya anuncié el 9 de marzo de 2018, en mi artículo Mujeres al poder,
que … “De momento, aquí en España los partidos
políticos y sindicatos que han respaldado, entusiastas, este 8M deberían ir
tomando nota y aplicarse el cuento rápidamente para ver hasta qué punto están
dispuestos a dejar en manos de mujeres las responsabilidades más altas,
incluidas la dirigencia de sus organizaciones. Seguro que el primero que
promocione a una mujer para la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones
generales recuperará o incrementará sus apoyos electorales.” Entonces ya pensé
en Podemos y en Irene Montero y he de reconocer que, al anunciar Iglesias su
intención de proponer a Yolanda Díaz como candidata de Podemos a la Presidencia
del Gobierno, recuperé de golpe la ilusión por votar, por fin, a una mujer de
izquierdas para ese puesto. Aunque yo le recomiendo a Iglesias que, si es
sincera su pretensión de abandonar la máxima dirección del partido, reflexione
y proponga a Montero como secretaria general de la formación, desdoblando las
responsabilidades orgánicas y ejecutivas, como hace el PNV, para mí el partido
mejor estructurado de todos. Pablo Iglesias sabía que, dependiendo del
resultado electoral de Madrid, las elecciones generales podrían adelantarse a
2022 y su salida del Gobierno deja ya anunciada una candidatura sólida,
inteligente, conciliadora y femenina que, sin duda, arrastrará mucho voto
adormecido de la izquierda, la juventud y el feminismo. Pero, además, la
decisión del líder de Podemos relaja las tensiones en el Gobierno de Sánchez y
permite que las batallas más ideológicas en el Consejo de Ministras y ministros
no trasciendan a los medios, ofreciendo al PSOE una continuidad más estable en
sus tareas ejecutiva y legislativa, aunque echaremos de menos la contundencia
dialéctica de Iglesias contra Egea y Abascal. Además, añado yo con simpatía, su
decisión hace también un guiño al feminismo después del 8M, pues cede el rango
protocolario en su casa a su cónyuge, Irene Montero, que continúa como ministra
de Igualdad y diputada del Congreso. Jugada múltiple en el tablero político y, quizá,
maestra.
© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ, 2021