jueves, 20 de octubre de 2011

mi reflexión | un futuro de progreso

Publicado en Izquierda Digital el 23/10/2011:
http://www.izquierdadigital.es/articles/580-Un-futuro-de-progreso.asp
  
  Asistí, como invitado, a la III Conferencia de Progreso Global, organizada por la Fundación Ideas y el Center for American Progress, que se ha celebrado en Madrid los días 18 y 19 de octubre. El panel de invitados era ya, por sí mismo, suficiente acicate para acudir, desde mi posición crítica, a escuchar las reflexiones de un considerable número de representantes progresistas, principalmente europeos, aunque no solo. A modo de síntesis, puedo decir que me ha resultado confortante comprobar que algo se empieza a mover, por fin, en el ideario socialdemócrata global. Quizás espoleados por las derrotas electorales en Reino Unido y Portugal, pero también por el resultado electoral en Dinamarca y las buenas expectativas en Francia, Alemania e Italia, parece que la unidad del pensamiento progresista comienza a resurgir en una Europa que camina al abismo, de continuar con las políticas conservadoras frente a la crisis económica.



    Al igual que en la jornada del 14 de octubre, "Más Europa contra la crisis", también organizada por la Fundación Ideas, he salido de esta Conferencia de Progreso Global con la sensación complaciente de saber por qué las ideas progresistas no prosperan en la gobernanza europea, pero también con la decepción de comprobar cómo los socialdemócratas siguen sin explicar bien a sus votantes nacionales por qué se están tomando las medidas inadecuadas en la resolución de la crisis. Parece una verdad de Perogrullo, y de ahí quizá la vagancia por explicarla, pero se equivocan de medio a medio: los votantes progresistas, y especialmente en España, necesitan escuchar alto y claro por qué los gobiernos socialdemócratas de la Eurozona han tenido que tomar medidas contrarias a su ideario político y económico. Ahora se comienza a decir tímidamente por algunos: porque las decisiones adoptadas en los Consejos europeos de ministros y jefes de Gobierno así lo mandataban, y en esos Consejos la mayoría abrumadora era de Gobiernos conservadores. Esta razón incontestable -esta sí, verdad de Perogrullo- era lo que los votantes progresistas tenían que haber escuchado en mayo de 2010, cuando el presidente Zapatero tomó las medidas restrictivas que tomó. Sin embargo, lo que escuchamos aquel día en el Congreso de los Diputados fue una retahíla de medidas que nuestro Gobierno adoptaba de motu propio, y de ahí la desilusión y la desafección posteriores al proyecto encarnado por Zapatero. Quizás al Presidente le resultó inasumible reconocer que nuestro Gobierno, como el resto de los de la Eurozona, no era soberano para tomar ciertas decisiones de política económica, y prefirió asumir personalmente el bandazo ideológico. Quizás el presidente Zapatero tropezó en la misma piedra en la que habían caído anteriores presidentes españoles: considerar a sus ciudadanos menores de edad para entender ciertas decisiones. Y ahí es donde se equivocó de plano, llevando a la base electoral del PSOE a una nueva desafección histórica. Hay quienes consideran que, incluso, en aquel momento el presidente Zapatero tenía que haber disuelto las Cortes y convocar elecciones, solicitando un nuevo mandato para implementar un programa económico contrario al natural socialdemócrata. De haberlo hecho, explicando sin tapujos el motivo, hubiera podido ceder el testigo al PP, es cierto, pero también podría haber obtenido un nuevo mandato más sólido, si cabe, que el anterior.


    Otra de las sensaciones que me abruman, tras mi paso por la Conferencia de Progreso Global, es el retraso que acumulan los socialdemócratas europeos en ir dando soluciones conjuntas a la crisis económica, la tardanza que han acumulado en elaborar propuestas cohesionadas frente a las respuestas neoliberales, tanto en el Parlamento Europeo como en el G-20. Gran parte del desapego de los votantes progresistas hacia sus partidos de Gobierno de referencia viene motivado por ese silencio e inacción iniciales en los que se sumieron los partidos socialdemócratas europeos, tanto gobernantes como opositores. Ni que decir tiene que, ante una crisis global, la ausencia en el escenario de la Internacional Socialista llevó a muchos a pensar que, efectivamente, el capitalismo no solo había terminado con el muro de Berlín y con la URSS, sino también con la izquierda. Que tres años después de iniciada la crisis comencemos a escuchar una respuesta socialdemócrata europea e, incluso, global, alivia en parte esa sensación de desamparo en la que muchos nos hemos movido, pero no excusa a los dirigentes progresistas de, al menos, pedir disculpas por sus incomparecencias de los últimos años. Y quizá sea verdad que esa respuesta se haya ido elaborando poco a poco en ámbitos y foros de discusión restringidos, sin llegar a la audiencia progresista mayoritaria por solapamiento de los grandes medios de comunicación. Pero, como he dicho varias veces, en ese caso se hubiera requerido un sobreesfuerzo por parte de los dirigentes socialdemócratas de hacer llegar a sus votantes, por otras vías, el discurso coordinado que, quizás, iban ya elaborando. Bienvenida sea, aunque tarde, esta respuesta que los progresistas del mundo han decidido ir dando a sus votantes naturales y a sus adversarios políticos y que, de entrada, se va a concretar en un documento con propuestas que esta Conferencia hará llegar a los líderes del G-20 para que, como decía el expresidente Lula da Silva, las pongan en marcha de una vez por todas.


    Puesto que resumir aquí las intervenciones de los líderes progresistas en la Conferencia desborda el propósito de este artículo y, además, se pueden leer fácilmente en la página web de la Fundación Ideas (http://www.fundacionideas.es/), solo quiero terminar con tres de las afirmaciones que más me impactaron.

    El exprimer ministro británico, Gordon Brown, animó a China a abrir sus mercados a la importación. Cierto es que la economía china protege su mercado interior de la invasión de ciertos productos occidentales pero, entonces, ¿por qué se permitió su ingreso en la Organización Mundial del Comercio sin contraprestaciones en este sentido y, sobre todo, sin contraprestaciones en salarios y derechos laborales, que hubieran evitado el dumping comercial de sus productos?

    El expresidente Lula da Silva, el más aplaudido por la audiencia, demostró con papeles que la mayoría de las demandas que ahora hacen los progresistas ya estaban incluidas en las resoluciones del G-20 de Londres y Pittsburgh, reconociendo que los líderes mundiales simplemente no habían hecho sus deberes. ¿Para qué sirven, entonces, estos organismos, si son incapaces de implementar lo que acuerdan? De ahí la necesidad de una reforma seria y profunda de las instituciones de gobierno mundial.
    La presidenta del Partido Laborista holandés, Lilianne Ploumen, hizo una reflexión autocrítica sobre la tendencia de los socialdemócratas a negociar, en primer lugar, con los democristianos en el Parlamento Europeo, en lugar de conciliar acuerdos con el resto de los partidos progresistas representados en Estrasburgo. Vale que algunas de sus propuestas fueran inasumibles por el centro-izquierda pero, ¿no entenderían mejor los votantes progresistas un intento inicial de negociación con partidos socialistas, ecologistas y comunistas, que con partidos de centro-derecha?


© Francí Xavier Muñoz, 2011
Cuitas e ideas de un soñador desvelado. Vol. I

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