http://www.nuevatribuna.es/opinion/franci-xavier-munoz/2012-04-13/-el-principio-del-fin/2012041308043600966.html
Releyendo a los primeros marxistas, llama la atención en muchos de ellos la predicción futura que hacen de que el capitalismo engendrará los elementos autodestructivos que lleven al proletariado a la conquista definitiva del poder político y, por tanto, a la transformación de la economía capitalista en socialista. Salvando las distancias, si hoy entendiéramos “proletariado” por “clases medias y populares” o “clases productivas”, y por “economía socialista” entendiéramos “economía social de mercado”, cabría preguntarse si la crisis actual (crisis del capitalismo financiero global) está engendrando los elementos autodestructivos para la economía capitalista.
La globalización del capitalismo financiero
llevó a la economía global, si bien algunos dirán que fue la economía global la
que llevó a la globalización del capitalismo financiero. Sea como fuere, con la
globalización (facilitada por las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, las famosas TIC) se inicia una nueva etapa del capitalismo, el
financiero, después de las etapas precedentes (feudalismo, capitalismo
mercantil o comercial, y capitalismo industrial). Esta nueva etapa del
capitalismo (financiero y global) trastoca las economías nacionales haciéndolas
competir a lo grande y por lo bajo, es decir, abaratando costes y vendiendo en
un mercado global. Surge, además, un negocio dominante: la financiarización de
la economía, es decir, la competencia empresarial en valor bursátil, no en
valor real. La especulación financiera provoca una crisis sin parangón y genera
unas respuestas políticas que conducen a salvaguardar, fundamentalmente, a los
agentes principales de la economía global, es decir, a las grandes
corporaciones transnacionales, sean estas empresas, bancos, entidades
financieras o aseguradoras. Ellas son las que dominan el cotarro, económico y
político.
La crisis financiera actual revela que la
globalización económica está pensada para las grandes corporaciones, influida
como está dicha globalización por el pensamiento económico neoliberal. Este
pensamiento persigue la expulsión del Estado de casi toda actividad económica
(de ahí el ataque al Estado del bienestar europeo que, para el pensamiento
neoliberal, impide a la iniciativa privada la intervención empresarial en
grandes sectores de negocio como la educación, la sanidad y las pensiones). El
Estado, según el neoliberalismo, solo debe intervenir para ayudar a las grandes
corporaciones. En el fondo, el pensamiento económico neoliberal se da la mano,
por el extremo, con el anarquismo, que persigue también la expulsión del
Estado, en este caso de la sociedad política. Todas las reformas que se
intentaron en Latinoamérica y que se están implantando en Europa, con la
ceguera cortoplacista típica de los pensamientos extremos, persiguen el mismo
objetivo: extender una globalización económica para las grandes corporaciones,
lo que conlleva un marco jurídico y fiscal adecuado, con la consiguiente
reducción de derechos laborales e impuestos. Solo así las grandes corporaciones
suplirán, en un futuro, al Estado en la actividad económica.
Ahora bien, esta globalización neoliberal
conlleva la supeditación de los pequeños a los grandes, y eso incluye no solo a
los trabajadores-consumidores sino también a los autónomos, pequeños y medianos
empresarios. De seguir en esta línea, las grandes corporaciones barrerán del
mercado a cualquier competidor intermedio. La competencia en cada sector se
medirá en torno a muy pocas compañías. La globalización neoliberal contraviene,
por tanto, los principios fundadores del liberalismo económico original
(libertad para el individuo, para el mercado y para la propiedad), ese
liberalismo que transformó regímenes autoritarios y absolutos en democracias
liberales. ¿Qué libertad y qué propiedad habrá en un mercado global dominado
por grandes corporaciones empresariales?
Pero, además, la globalización neoliberal dirige
las economías nacionales hacia la exportación y la reducción del gasto público.
Su receta para superar la crisis financiera consiste en reducir el gasto del
Estado (y, por tanto, también su inversión en la economía) y en precarizar las
condiciones laborales para orientar las economías nacionales exclusivamente a
la exportación. Solo así se explica el desprecio hacia los salarios de los
trabajadores que tienen los economistas, empresarios y políticos neoliberales.
Tienen su razón particular: “si casi todo lo que producimos lo exportamos, ¿qué
nos importa lo que puedan consumir nuestros trabajadores?”. Sin embargo, si se
aplica la misma receta a todo el mercado global, países emergentes y países en
recesión, ¿quién consumirá los productos, todos ellos exportados? ¿Llegará,
entonces, una nueva crisis del capitalismo por sobreproducción, como son todas
las crisis capitalistas? Y en ese escenario, con inmensos excedentes sin
vender, ¿colapsará definitivamente el capitalismo, tal y como los primeros
marxistas predecían? Porque la diferencia entre las crisis anteriores y la
actual reside en que, antes, siempre hubo mercados nuevos que explotar a los
que reorientar la sobreproducción. Sin embargo, si llegamos a una economía
global toda exportadora, ¿qué nuevo mercado importará la sobreproducción
global? ¿África? La economía global se sostenía, hasta hoy, por un equilibrio
entre unos mercados consumidores compulsivos y unos mercados productores
compulsivos también. Si, ahora, los países emergentes no crecen lo suficiente
como para ser globalmente consumidores y los países en recesión se convierten
en globalmente exportadores, el colapso del capitalismo global podría estar
servido en bandeja.
Por tanto, igual que a partir de 1929 los
gobiernos del mundo diseñaron una política expansionista, los gobiernos
actuales deberían aprender de aquella experiencia, dándose cuenta de que, esta
vez, puede no haber una segunda oportunidad. Entonces, la avaricia y la
desregulación del capitalismo provocaron la Gran Depresión. Hoy, la misma
avaricia y la misma desregulación han provocado la Gran Recesión. Entonces fue el
momento de las políticas keynesianas, expansivas, inversoras, públicas. Hoy, la
socialdemocracia tiene un grandísimo reto por delante. Mucho más que entonces
porque, quizás, esté en juego la supervivencia del capitalismo tal y como se ha
concebido hasta ahora. Y, quizás, la socialdemocracia tenga que alumbrar esa
transición a la economía social de mercado (antigua economía socialista) donde
las clases productivas, clases medias y populares (antiguo proletariado) sean
las que marquen el camino. Quizá se cumpla aquel sueño de los primeros
marxistas y, por fin, los de abajo dirijan un mundo asequible para el 100% de
la ciudadanía, donde un 99% no sea dominado por un 1%. Quizá, para entonces, se
cumpla el sueño del fin de la sociedad de clases y ese 1% se haya disuelto en
la masa.
© Francí Xavier Muñoz, 2012
Cuitas e ideas de un soñador devselado. Vol. II
interesante reflexión.. y mientras tanto... ???
ResponderEliminarMuy buen análisis amigo Francí.
ResponderEliminarHe leido tu artículo. No veo una sola referencia al ser humano como individuo. Me gusta lo que dices de que liberales y anarquistas se dan cada vez más la mano, con su obsesión contra el estado.
ResponderEliminarEl estado es el último refugio de la idea de organización racional de la convivencia. Y habría que preguntarse porque es tan denostado. No hablo del estado Totalitario que dicta todas las normas, si hablo de la necesidad de espacios regulados por consensos donde los ciudadanos participen en lo "comun".
Pienso que el análisis de las instituciones para la convivencia está agotado desde la perspectiva de la economía. Posiblemente si todo el análisis se dejan en el marco económico tangan razon los liberales y los acrátas y toda actividad haya que dejarse en manos de los"mercados " y su lógica de costos, ingresos, Befenicios y Plus valía y el individuo solo tendrá la posibilidad de "socializarse" a golpe de "eficiencia". Y el no eficiente saldrá fuera del mercado y de la vida si lo mercados consideran que sobran un millon o mil de seres.
En cierto sentido esa es la perspectiva que temía susan George en su "informe lugano". que se va cumpliendo mes a mes (Somalia, Irak, Libia, Siria...)
Desde mi perspectiva de educador cabe otra mirada, pero esa está fuera de la economía, aunque es complementaria.
Es la mirada sobre cada humano depredador que somos. Si acertamos a comprender porque somos tan poco racionales, si conseguimos saber porque somos "gacelas" que saltan en vez de "homo racional" que relfexiona ¿quien sabe? quizá podamos encontrar otra lógica para salir de la alienacion.
Una última pregunta ¿porque puestos a ir a los clásicos no miramos un poc hacia el marx de los "grundise" en vez hacia el iluminado del manifiesto?
Salud