viernes, 18 de mayo de 2012

poema | eres lo primero, después viene la vida

Tus ojos, cuando me miran, se parecen al océano del mundo. En ellos entro con ansiedad desmedida. Tus ojos, cuando los miro, recogen mis sueños en la ausencia del mundo. Penetro tus pupilas y, al compás de su brillo, mi cuerpo se arrastra a un lugar distante del olvido, donde descanso sobre tus brazos de arena y tu pulso me lleva a un retorno infinito. Son tus ojos, verde azul de un lago, los que me dominan. En su color alcanza la serenidad absoluta el reposo del guerrero.

Tus labios, frutales y aromáticos como la selva, carnosos como el vientre femenino, ligan mi cuerpo al tuyo, son mi atadura contigo. Los recorro como quien ha descubierto un paraíso, en guerra permanente con su desventurada aventura. Con tu boca, en fin, me aferro a la batalla de la vida. Y eres, así, todo tú, entero, mi lucha diaria, que en las horas dormidas de la noche recuerda los momentos perdidos.

Olvido con tu paso el dolor exprimido que ha nacido en mi cuerpo. Eres lo primero, después viene la vida. Con tu presencia, siento en lo más hondo que amarte no es amarte, que amarte es algo más. Como la guerra y la paz, inherentes al mundo, tus labios y tus ojos son mi proyecto vital.

Si decides marcharte, contigo se irá ya un trozo de mi alma, imposible de separar de tu beso y tu mirar. En ellos navegará a la deriva una parte de mí. Ya nunca más perderé la vida, ya nunca más viajaré sin norte. Ahora sé que, si me pierdo, me buscaré en tu boca y en tu mirada, como el pescador busca la mar. Cuando me olvide del resto me encontrarán en tu corazón, ya para siempre ligado a la esfera de la humanidad pues eres tú, sin saberlo, mi cordón umbilical.                    



© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ, 1992
El juego de la inocencia. Poemario II                    

2 comentarios:

  1. Me ha encantado, esta vez me has pillado más despechado

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  2. El texto se caracteriza por ser un texto pleno de subjetividad, por momentos mantiene el tono de una carta, de una epístola que comunica al hombre o a la mujer amada lo que ama de él o de ella: los ojos, los labios, la relación vital que los une. El tono emotivo, casi romántico por la confluencia de numerosas imágenes sensoriales y emotivas, por momentos eróticas, permite disfrutar de comparaciones, que nos remiten al cuerpo del amado o amada como lugar seguro. El texto muestra tres momentos diversos de la relación entre dos personas, desde la perspectiva de una de ellas: el encuentro, el descubrimiento amoroso, la proyección de dicha relación en el infinito. Mantiene armonía, un tono similar, un mismo hablante lírico, y recurre a contrastes de imágenes visuales, sonoras, en torno al encuentro, descubrimiento y fusión amorosas.

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