Un día, vuelvo a encontrar en tus ojos
la soledad que me arrebata el mar,
y dibujo con ellos en tus labios
las sonrisas que, un día, soñé.
Sin embargo, algo tuyo, distante,
me duerme mientras acaricio el sueño
y me distrae de las olas del mar.
Sin embargo, algo mío, lejano,
me señala incansable con el dedo
y me distancia de tu calma,
empecinado en no olvidar.
Ayúdame a desatar los amores
que, un día, amarraron mi corazón
al nudo mástil del recuerdo.
Ayúdame a buscar en tu ilusión
el niño que, un día, se marchó.
© Francí Xavier Muñoz, 1995
El juego de la inocencia. Poemario II
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