http://www.ecorepublicano.es/2015/12/lo-vuestro-es-puro-teatro.html
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article96724
http://www.nuevatribuna.es/opinion/franci-xavier-munoz/vuestro-puro-teatro/20151224115656123816.html
http://www.sanborondon.info/content/view/70778/1/
http://www.extremaduraprogresista.com/libre/40-libre-opinion/22047-lo-vuestro-es-puro-teatro
Como decía el bolero tan bien cantado por La Lupe (“teatro, lo tuyo es
puro teatro”), las negociaciones que ahora se lleven a cabo para la formación
del Gobierno van a estar dominadas por ese carácter teatral que siempre ha tenido
la política y que tanto le gustaba al exvicepresidente Alfonso Guerra. El
resultado electoral ha configurado un Congreso de los Diputados caprichoso,
pero es el Congreso que hemos decidido los españoles con nuestro voto y los
partidos políticos a los que hemos votado tienen la obligación de respetarlo y,
más aún, de traducirlo en una legislatura productiva con las palabras diálogo,
pacto y consenso encima de la mesa. Los efectos de la crisis y sus soluciones
neoliberales, junto a la devastación producida por la corrupción, han alumbrado
una nueva conciencia política y un nuevo mapa de poder estatal, que antes se
repartían dos partidos y que, ahora, se reparten cuatro.
La rotunda negativa del líder del PSOE,
Pedro Sánchez, a facilitar en primera votación la investidura del candidato del
PP, Mariano Rajoy, entra dentro de la lógica partidista y de lo que se espera
del primer partido de la oposición. Nada nuevo bajo el sol. Ahora bien,
¿soportará Sánchez las presiones que le lleguen para abstenerse en la segunda
votación o intentará lograr él la investidura para un Gobierno en minoría de
amplio y variado respaldo en el Congreso?
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ya ha propuesto la gran coalición
que demanda el poder económico, un pacto a tres (PP-PSOE-C’S) para un Gobierno
estable que afronte una serie de reformas estratégicas, y Podemos ya ha
planteado también la posibilidad de un jefe de Gobierno independiente y de
prestigio, si es que a Pedro Sánchez no le dejan intentarlo ni el PSOE ni el
IBEX-35. Albert Rivera ya ha traicionado su promesa electoral de no apoyar ni a
Rajoy ni a Sánchez, escudándose ahora en la enrevesada aritmética parlamentaria
que han arrojado las urnas y en el conflicto planteado por los partidos
independentistas catalanes. Podemos, por su parte, no puede iniciar esta nueva
etapa política echándose en los brazos del PSOE a la primera de cambio, de ahí
su apuesta por una figura independiente para la presidencia del Gobierno. Todos
juegan sus cartas al comienzo de la partida, de cara a sus votantes y a los
colectivos sociales que representan. Pero el juego no está tan enrevesado como
quieren darnos a entender, aunque si lo complican sobremanera no habrá más
remedio que ir a unas nuevas elecciones, que sólo pueden favorecer a los dos
grandes partidos, PP y PSOE, pues en ese hipotético escenario los indecisos de
última hora que optaron el 20-D por la nueva política, visto el fracaso de las
negociaciones para un Gobierno estable, retraerían otra vez su voto a la vieja
política que, al fin y al cabo, pensarían es la única que seguiría garantizando
la gobernabilidad de España. Así que cuidado con dejarse llevar por los cantos
de sirena de un nuevo proceso electoral, pues gran parte del voto nuevo (joven
y urbano) es un voto volátil y prestado que, a la primera decepción, puede irse
a la abstención o a lo viejo conocido.
Tal y como yo lo veo, lamentablemente PSOE
y Podemos no han obtenido los escaños suficientes como para protagonizar un
rotundo cambio político. Es un buen resultado, pero no óptimo para encabezar un
Gobierno de centro-izquierda, pues enfrente tendría un sólido bloque de
centro-derecha (PP-C’S) que puede obstaculizar muchos proyectos de ley en el
Congreso, y a su lado tendría un bloque nacionalista ideológicamente no homogéneo
que no puede garantizar un apoyo estable para toda la legislatura, sobre todo
cuando dos fuerzas políticas (ERC y DYL) tienen decidido conducir a Cataluña a
la independencia y otro partido, Podemos, quiere celebrar un referéndum
vinculante sobre la cuestión en dicho territorio. ¿Cómo va a presidir Pedro
Sánchez un Gobierno en minoría con el apoyo de esos partidos, si le exigen la
convocatoria de la consulta soberanista? Sería el fin de Sánchez como líder del
PSOE… y lo sabe. ¿Sería Sánchez capaz, sin embargo, de lograr el apoyo de esos
partidos para su investidura, sin comprometer de momento el manido referéndum?
Habría que verlo…
Tal y como yo lo veo, el líder del PSOE
necesita, antes que nada, asegurar su liderazgo como secretario general del partido
y continuar siendo el candidato a La
Moncloa y el líder de la oposición, cargo institucional este
último de máxima importancia para él y cuyo protagonismo en el centro-izquierda
no puede ceder a Pablo Iglesias. ¿De verdad le interesa gobernar a Pedro
Sánchez con un Congreso tan enrevesado? Yo creo que no. ¿Qué es lo más
inteligente para él en esta endiablada situación que augura una legislatura más
corta de lo habitual? Asegurar las tres figuras arriba mencionadas,
consolidando especialmente su candidatura a La Moncloa y la visualización
del PSOE como alternativa de Gobierno. Para ello, ¿cuáles serían los pasos a
seguir (pasos que podría tener ya más o menos hilvanados con Albert Rivera,
pues no me parece casual que el mismo día de la negativa de Sánchez a Rajoy
surja la propuesta a tres de Rivera)?
Primero, dejarse rogar y forzar su negativa
a Rajoy hasta el punto de que, en aras de la gobernabilidad y con una presión in crescendo de los mercados, Sánchez
pueda aceptar la propuesta de Rivera, “por responsabilidad y sentido de
Estado”. El PSOE, así, no llevaría a España al desgobierno ni a unas nuevas
elecciones, pero su líder salvaría la cara frente a sus votantes, pues no
habría cedido a la primera de cambio a las presiones dentro y fuera de su partido.
En esa tesitura, Rivera y Sánchez podrían vender caro el apoyo al PP y exigir
la retirada de Rajoy, pues entenderían que para la nueva etapa política que han
mandatado los españoles, su figura no sólo es prescindible sino, además,
contraproducente. Se necesitaría -podrían argumentar- un jefe (o una jefa) de
Gobierno más joven y más curtido (o curtida) para la negociación y el pacto.
Además, podrían incluir en sus exigencias la formación de un Gobierno con
varios ministros independientes, incluso de la órbita del PSOE y C’S, lo que
vendería muchísimo mejor su abstención a la investidura de un/a candidato/a del
PP. En esas condiciones, además, los
tres partidos podrían pactar una agenda de reformas y contrarreformas, así como
una revisión integral de la
Constitución en la que sólo esas tres formaciones políticas
pueden asegurar la no inclusión del derecho de autodeterminación ni de consultas
o referendos independentistas. Los tres partidos pactarían, así, una
legislatura constituyente de corta duración y que no les comprometiera en el
tiempo para no desgastar sus respectivos apoyos electorales.
En este hipotético escenario, a las
formaciones emergentes, Podemos y Ciudadanos, sólo les cabe hacerlo muy bien en
la oposición, pues saben que su voto, mayoritariamente joven y urbano, les va a
exigir más que al PP y al PSOE, cuyo voto, predominantemente mayor y rural,
sólo puede ir a menos si aquéllos se crecen como partidos serios y
responsables, fieles a sus representados y con mayor experiencia para presentarse
a las próximas elecciones como fiables alternativas de gobierno. Ahora bien,
todo este hipotético escenario se iría al traste si Pedro Sánchez se empeña,
contra viento y marea, en presidir un Gobierno para el que va a contar con
muchos enemigos, o si finalmente decide abocar al país a unas nuevas
elecciones, en las que creo que Podemos y Ciudadanos serían los más
perjudicados, aunque el líder del PSOE no creo que saliera tampoco bien parado,
pues habría dinamitado en pocas semanas su perfil de estadista, incapaz de
llegar a los acuerdos que, aparentemente, los electores españoles hemos
demandado con el voto a nuestros representantes políticos. Todo se verá en
breve, aunque mi intuición, repito, apunta a un Gobierno en minoría del PP, no
presidido por Rajoy, con ministros independientes y con el apoyo abstencionista
de PSOE y C’S en la segunda votación de investidura; un Gobierno para una breve
legislatura constituyente en la que se aborde de manera urgente una reforma
constitucional y de leyes importantes derivadas. Y de ahí a unas nuevas
elecciones en dos o tres años como mucho.
Un artículo muy certero. Te felicito.
ResponderEliminarAdemás, los dirigentes de Podemos tienen un problema: Gran parte de su electorado procede del PSOE y tiene de momento un carácter prestado, en caso que Podemos aparezca como responsable de un posible gobierno del PP, no se lo perdonarán.
ResponderEliminarMuy buen artículo Francí.
ResponderEliminarSon bastante atinadas tus prospecciones. Las comparto .
Como siempre, un fino análisis.
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