Salvo
que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, sea mejor prestidigitador que político,
creo que las conversaciones que ha iniciado para lograr su investidura a la Presidencia del
Gobierno no buscan tanto ésta como saber a quién se le hará culpable de repetir
las elecciones, argumento central sobre el que girarán todos los mítines en la
próxima campaña y que el PSOE rentabilizará al máximo en su pugna particular
contra Podemos para conservar la segunda posición que ahora mantiene en el
tablero político. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, mediador vocacional
entre PP y PSOE, presta a Pedro Sánchez una ayuda inestimable en su objetivo de
mantenerse al frente del PSOE como líder del partido y candidato a la Presidencia del
Gobierno y, así, ganar o evitar unas primarias contra Susana Díaz que lo
descabalgaran de la carrera hacia La Moncloa.
Al líder de Ciudadanos le pierde la boca, fruto de su
impaciencia por ser actor imprescindible en el juego político y el hombre
centrado al que todos acuden para desatascar los enredos. Y así, ha dejado
meridianamente claro que no apoyará, ni por activa ni por pasiva, es decir, no
votando a favor ni absteniéndose, un Gobierno en el que se incluya a Podemos.
La intención ya confesada de Albert Rivera es conseguir la abstención del PP en
la investidura de Pedro Sánchez para que éste, al final, tenga más votos a
favor que en contra y pueda ser presidente del Gobierno, negociando con PP y
C’S contenidos concretos de legislatura e, incluso, algún que otro ministerio
para esos partidos, dando carta de naturaleza a la ya estrenada gran coalición
PP-PSOE-C’S en la constitución de la
Mesa y Presidencia del Congreso de los Diputados. Claro que en
un futuro esta estrategia le puede restar votos por la izquierda al PSOE, pero
también un acuerdo con Podemos e IU le restaría votos por el centro, así que al
final se trata de elegir, como dijo Pablo Iglesias, a izquierda o a derecha, no
sólo para la formación de un Gobierno sino también para el subsiguiente
desgaste electoral.
Sigo
creyendo, no obstante, que el meollo de la cuestión es la convocatoria de unas
nuevas elecciones y no la formación de un Gobierno que, a todas luces, tiene
visos de no prosperar por la posición enquistada de unos y otros, especialmente
por la de los dos líderes de los partidos mayoritarios, ya que Rajoy ha dicho
que no apoyará a Sánchez y éste ha repetido que no apoyará a Rajoy. El PP ha
confirmado ya que no facilitará ningún Gobierno que no presida su candidato, es
decir, que ni votará a favor de Sánchez ni se abstendrá en su investidura. Si a
esto le sumamos la negativa de Albert Rivera, también por activa y por pasiva,
a apoyar un Gobierno en el que esté Podemos, la resolución del enigma parece
evidente: todos tienen ya en mente unas nuevas elecciones generales. La clave
para Pedro Sánchez es acudir a ellas con los deberes hechos como candidato
presidencial, habiendo intentando una investidura que sabía imposible y de la
cual podrá siempre culpar a Podemos -por negarse a votar junto a Ciudadanos- y
al PP -por no abstenerse en la investidura de Sánchez-. Fina estrategia
electoral que, a mi parecer, ha revelado la incontinencia verbal de Albert
Rivera. El objetivo de Sánchez es salir de estas negociaciones fortalecido ante
el electorado como líder del PSOE y como candidato presidencial, y la mediación
de Rivera con el PP, aunque no consiga su abstención en la sesión de
investidura, habrá hecho buena parte del trabajo a Sánchez para que éste vuelva
a solicitar el apoyo de su partido para dirigirlo y conducirlo finalmente a La Moncloa. Ahí está, en el PSOE,
el primer y más endemoniado adversario de Sánchez. Superado ese obstáculo,
podrá afrontar una nueva contienda electoral con más posibilidades que la
anterior, siempre y cuando la venta comercial del eslogan “Podemos no quiso”
surta el efecto deseado en el electorado socialista que abandonó al PSOE el
20-D.
Ante
esta enrevesada estrategia electoral, Podemos no tiene más opción que persistir
en su oferta de gobierno, reiterada por segunda vez esta semana. No obstante, corresponde
al PSOE, como segundo partido más votado, intentar la formación de un Gobierno,
pero tendrá que hacerlo eligiendo a su izquierda o a su derecha, como bien
recordó Pablo Iglesias en rueda de prensa. La oferta de Podemos para entrar en
un Gobierno de cambio y de progreso, con PSOE
e IU, no sólo es legítima sino necesaria, más allá de la discusión
acerca de la puesta en escena de su proposición, que pudo ser más o menos
acertada. Ante la inacción de PP y PSOE, Podemos dio un paso al frente y
ofreció ese Gobierno al PSOE, en el que las tan criticadas auto-asignaciones de
carteras ministeriales sólo reflejaban la petición de unas áreas de gobierno y
no la ambición personal por la silla ministerial. Los votantes de Podemos saben
perfectamente que la referencia a un Ministerio no es a la persona que lleva la
cartera sino a la política ministerial que desarrollará dicha persona. Pero los
medios afines a la gran coalición y los partidos incluidos en ella explotaron
infantilmente ese argumento, sin más recorrido que el pueda satisfacer a sus
votantes.
El
PSOE se ha quejado reiteradamente de la humillación que recibió de Podemos con
esa oferta de Gobierno, ocultando con su actitud altiva la pérdida de casi seis
millones de votos desde 2008 y, lo que es peor, la inferioridad de condiciones
en la que está el PSOE (con cinco millones y medio de votos) frente al tándem
Podemos-IU (con seis millones cien mil votos). Parece que el PSOE no se ha
enterado del cambio producido en el electorado progresista de este país y sigue
tratando con soberbia todo lo que se mueve a su izquierda. Es la misma actitud
que le lleva a indignarse por una oferta de Gobierno que incluya a otros
partidos, pues el PSOE, en boca de algunos de sus dirigentes, siempre ha tenido
vocación de gobernar en solitario. El problema es que, como bien dijo Pablo
Iglesias, el PSOE ha fallado muchas veces a sus votantes y la única garantía
para la formación de un Gobierno de cambio y de progreso es que Podemos esté en
ese Gobierno. Tanto por escaños parlamentarios como por votos obtenidos, el
tándem Podemos-IU está legitimado para gobernar en coalición con el PSOE mediante
un reparto más o menos proporcional de ministerios.
Sin
embargo, no es ésta la intención del PSOE ni la de su líder, Pedro Sánchez, que
se afanará estos días por recabar el apoyo casi incondicional del resto de
partidos para su investidura y, una vez conseguida, quizá negociar contenidos
concretos, ministerios incluidos. Sería fiarse demasiado del PSOE y de su nuevo
líder que, aunque nuevo, no se ha despojado del lastre que supone para su
liderazgo el paquete completo formado por la vieja guardia del partido, los
barones territoriales, los medios de comunicación afines, los grandes
empresarios amigos y los acreedores bancarios. Probablemente, en las
entrevistas con el líder de Podemos, Pedro Sánchez intentará que Pablo Iglesias
le comprometa su voto afirmativo o su abstención en una investidura inconcreta,
con grandes líneas maestras que no condicionen ni sus políticas ni sus
ministros. Y así, claro está, no se negocia un Gobierno de cambio y de
progreso. Así se negocia sólo una investidura y luego, como dice el dicho
popular, “ya si eso, se verá”.
Podemos
no debe dar su apoyo a una investidura así, que permita un Gobierno en
solitario del PSOE, pues los votantes de Podemos no se fían de ese partido, no
por alergia precautoria sino por experiencia atesorada tras veintidós años gobernando.
La única garantía de que ese Gobierno sea verdaderamente de cambio y de progreso
es que Podemos e IU (con seis millones cien mil votos) estén de alguna forma
presentes en él. Lo contrario sería defraudar a los votantes de izquierda y
apuntalar el liderazgo particular de Sánchez y fortalecer al PSOE como partido
de Gobierno, y para eso ya tiene a Ciudadanos. Podemos hizo una oferta concreta
de Gobierno al PSOE, Podemos la ha reiterado por segunda vez esta semana y si
el PSOE no atiende esta oferta, prefiriendo los cantos de sirena de C’S y PP,
Podemos podrá presentarse a las elecciones diciendo aquello de “no nos querían,
sólo nos necesitaban”, contrarrestando la campaña mediática y política que se
desatará contra Podemos por haberse negado a facilitar la investidura de un
Gobierno en minoría del PSOE. Porque a estas alturas de la película ya ha
quedado meridianamente claro que el enemigo a abatir, más que PP o PSOE, sigue
siendo Podemos. Y eso, sin embargo, es un acicate permanente para sus votantes,
porque hace efectivo el dicho “si nos temen, por algo será”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario