Una de mis películas favoritas, que
vi en el cine cuando se estrenó y que retrata magistralmente las dificultades
que un gay tenía entonces en Cuba para vivir su sexualidad de forma abierta.
Una película que abrió caminos, pues a partir de ella se fue normalizando el
trato a los gays no sólo en las artes sino en la vida misma. Una magnífica
interpretación de Jorge Perugorría y un tratamiento amable de la homosexualidad
de su personaje, Diego, que lo retrata desde la consideración a su formación
cultural e intelectual, a pesar de ser crítico con la revolución cubana. Muy
lograda la contraposición con su contrario, el personaje interpretado por
Vladímir Cruz, un joven estudiante revolucionario, David, que desde un asentado
prejuicio inicial de la homosexualidad, evolucionará hacia su normalización por
medio de la amistad con Diego. De fondo, las restricciones de la economía
cubana, con importantes carencias materiales que impiden el libre desarrollo
individual y la satisfacción colectiva de necesidades públicas y privadas, más
allá de las básicas, en lo que también tiene su parte de responsabilidad el
largo bloqueo comercial que EE UU impuso a la isla. Hay muchas frases
ingeniosas a lo largo de la película, pero me quedo con ésta: "el arte no
es para transmitir, el arte es para sentir y pensar, para transmitir está la
radio, la prensa...", que Diego pronuncia para rechazar el arte como
instrumento al servicio de la difusión de ideologías políticas. © FXM

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