Ahora que la espera desespera,
mi cansada palabra, que no escucha,
ni quiere escuchar, a nada ni a nadie,
puede decírtelo sin voz: te amé.
Y te amé sólo como supe amar,
con mis pocas virtudes y desprecios,
con la certeza de ser inmaduro,
tal y como en el camino aprendí
las pocas veces que se enamoraron
del simétrico cuerpo que recubre
ese afán de deseos alcanzables
que dices que no he comenzado a ser.
Ahora, dentro de esta fría sala,
la memoria implacable me devuelve
días en que no te bastaba el sexo,
horas en que indagabas algo más,
mis palabras dejándote vacío.
Recuerdo la incomprensión de mis fines
y el estupor que desencadenaban
siempre en tu ánimo, ávido de progreso.
Tú, exigiendo en mí lo que yo aún no era;
yo, entregándote lo que otros pedían;
creciendo el desencuentro entre los dos,
fuimos alejándonos mutuamente.
Ahora, aquí sentado, he comprendido
lo que otras veces quisiste explicarme
en largos silencios. Que la belleza
naufraga en cualquier suspiro del viento
un mal día de esos que nos asalta
la vida, con violencia, y nos la roba.
Que los trofeos que el cuerpo consigue
apenas se retienen un instante
en el archivo de nuestra vivencia.
Vienen a buscarme los enfermeros.
Después de este quirófano mi rostro
sonreirá de otra forma tus sonrisas.
© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 2008
La soledad perdida. Poemario V
me gusta... sobre todo, el final...
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