15 DE NOVIEMBRE, LUNES
Querido diario…
Regreso a la Universidad.
Espero pacientemente la inmensa cola que hay para solicitar la matrícula. No
fumo. No sé cómo lo he hecho pero en los dos últimos días sólo he fumado ocho
cigarrillos. Si logro dejar pasar entre uno y otro un mínimo de tres o cuatro
horas, lograré fumar sólo cuatro o cinco cigarrillos al día. Vale la pena
intentarlo. Quizás, algún día, me canse yo solo de fumar tan poco y lo deje
definitivamente, sin apenas darme cuenta. Leo profusamente el periódico. Sé que
algunos me miran raro y se preguntan quién puede tener tanto interés en leer
todas las noticias de la sección de Internacional. Entablo conversación con un
chico muy simpático que está justo detrás de mí.
Me río yo solo
por dentro. Después de iniciar tantas carreras, al final, vuelvo a los orígenes.
Me matriculo de nuevo en Derecho. Esta vez con una vocación renovada, la misma
que tenía hace catorce años, la primera vez que me matriculé. Algún día tendré
que desentrañar con un psicólogo el motivo por el que en tantos años no he
logrado finalizar una carrera universitaria, teniendo no sólo vocación para
estudiar sino, además, para investigar.
He recuperado también mi vocación política. Un día de éstos tengo que
plantearme de nuevo mi reingreso en el PSOE. Ser miembro de Amnistía
Internacional y de Greenpeace no es suficiente. Me vuelvo a reír. ¡Qué paradoja
volver a los inicios después de catorce años! Comparto con Enrico la ilusión de
matricularme en Derecho. En realidad, yo creo que vuelvo a esta carrera por mis
amigos. Me gusta ayudar asesorando. Siempre me ha gustado estar informado para
poder informar. Casi todos mis amigos me consultan sobre cuestiones jurídicas,
así que estudiar Derecho me permitirá aprender, al mismo tiempo que echarles
una mano cuando lo necesiten.
16 DE NOVIEMBRE, MARTES
Querido diario…
Hablo con Lluc más de media hora.
He estado todo el día pensando que lo tenía que llamar porque creo que el
sábado se molestó un poco conmigo. Curiosamente, él me dice que también ha
pensado mucho en mí hoy, sobre todo porque anoche estuvo retocando una
fotografía que nos hizo a Enrico y a mí hace unas semanas. Entre Lluc y yo
siempre ha habido telepatía. No le comento nada acerca de mi sensación del
sábado. La fotografía que nos hizo fue
en su casa, una mañana de chillout, estando los tres solos. Aunque a Enrico le gustaba otra en la que
salíamos juntos con otros amigos, a Lluc le ha parecido mejor hacer un retoque
digital sobre ésta, en la que aparecemos los dos solos. A mí también me parece
mejor. Me llama la atención que haya estado trabajando sobre una fotografía
nuestra. Eso demuestra que ya le parece creíble mi relación con Enrico. Al
principio le costó admitirlo, creo. En la nueva fotografía que ha creado, según
me explica, aparezco con una parte del cuerpo quebrada, al lado de Enrico. Nuestra
posición en la fotografía la ha respetado. Esa parte quebrada de mi cuerpo
representa la ruptura y el dolor de mi corazón, que viene de una relación
fracasada. Mi sonrisa al teléfono, mientras le escucho, no oculta la verdad de
lo que está describiendo. Al lado de Enrico entro en un paraíso vegetal, que se
abre al fondo de nuestros cuerpos. Lluc dice que con esa imagen ha querido
representar mi entrada en el jardín del amor. «Es como el retorno al Edén», dice, lo que me recuerda una serie
de televisión australiana que yo seguía de pequeño en la que la protagonista
sobrevive a un intento de asesinato por parte de su marido. Es curioso cómo Lluc
ha captado a la perfección lo que estoy viviendo con Enrico. Efectivamente, vengo
del fracaso del desamor con aquél y encuentro en éste la ilusión y la certeza
de creer, de nuevo, en el amor. Y lo que es más importante, la extraordinaria
vivencia de ser correspondido en la misma medida.
17 DE NOVIEMBRE, MIÉRCOLES
Querido
diario…
Enrico ha estado enfermo durante
todo el día. Después de estar el martes por la noche en mi casa, al llegar a la
suya, comenzó a tener vómitos y malestar de estómago. No pudo dormir y tampoco
pudo ir a trabajar. Los síntomas que tenía eran muy extraños. No respondían a
una causa inmediata y lógica. Estuve muy preocupado durante la madrugada y al
hablar con él, a las siete de la mañana, pensé en ir a cuidarle y hacerle
compañía, hasta que por la tarde fuera al médico. Pero él no quiso porque sabe
que tengo problemas con el sueño y necesito descansar para trabajar bien
durante la noche. Además, tenía que ir a la Universidad a hacer una gestión
improrrogable. Aun así, me acosté con la conciencia intranquila. Está viviendo
solo en un piso compartido y si le pasara algo, yo no me lo perdonaría. Al final,
no pude dormir bien. Me desvelé en cuanto llegué a casa y no pude conciliar el
sueño hasta bien entrado el mediodía. Hablé con él por última vez a las ocho y
media de la mañana. Había pedido ya cita para el médico y había hablado también
con la empresa en la que, precisamente, hoy comenzaba a trabajar. Antes de
quedarme dormido, le envié un par de mensajes. Cuando me desperté por la tarde,
a las siete, le pregunté qué le había dicho el médico, pero no recibí
respuesta. Me quedé otra vez dormido y a las nueve de la noche hablé, por fin,
con él. Al médico también le parecían muy extraños los síntomas, pero dedujo
que padecía una gastritis. Le recetó un medicamento y una dieta blanda. A pesar
de echarle una pequeña bronca por haberse olvidado de pedir el justificante
para el trabajo, su voz tierna de niño, sus quejas en un tono a la vez
sonriente y lagrimoso, terminaron por vencer mi preocupación y esbozaron en mi
mejilla una sonrisa que, enseguida, se convirtió en carcajada. Enrico se
sorprendía de mi tono paternalista y severo, y decía que le estaba echando una
buena reprimenda, pero que eso demostraba que lo quería y me preocupaba
sinceramente por él. En su defensa por el olvido del justificante, argumentaba
que cuando cae enfermo se vuelve despistado y que la tontería del malestar le
vence todas las fuerzas. Echaba de menos a su madre cuando lo cuidaba. Pero al
final de la conversación me dijo que, en cuanto me viera, me besaría porque me
amaba y porque estaba muy pendiente de él. Al colgar el teléfono no pude
reprimir una lágrima. Enrico me ha ganado el corazón.
©
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 2004
Recuerdo de olvidos y
presentes ausencias. Cartas y diario de Xavi Sabater
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