viernes, 9 de febrero de 2018

cartas y diario de xavi sabater | noviembre 2004 | 33 años y 2 meses

15 DE NOVIEMBRE, LUNES
Querido diario…
Regreso a la Universidad. Espero pacientemente la inmensa cola que hay para solicitar la matrícula. No fumo. No sé cómo lo he hecho pero en los dos últimos días sólo he fumado ocho cigarrillos. Si logro dejar pasar entre uno y otro un mínimo de tres o cuatro horas, lograré fumar sólo cuatro o cinco cigarrillos al día. Vale la pena intentarlo. Quizás, algún día, me canse yo solo de fumar tan poco y lo deje definitivamente, sin apenas darme cuenta. Leo profusamente el periódico. Sé que algunos me miran raro y se preguntan quién puede tener tanto interés en leer todas las noticias de la sección de Internacional. Entablo conversación con un chico muy simpático que está justo detrás de mí.
Me río yo solo por dentro. Después de iniciar tantas carreras, al final, vuelvo a los orígenes. Me matriculo de nuevo en Derecho. Esta vez con una vocación renovada, la misma que tenía hace catorce años, la primera vez que me matriculé. Algún día tendré que desentrañar con un psicólogo el motivo por el que en tantos años no he logrado finalizar una carrera universitaria, teniendo no sólo vocación para estudiar sino, además, para investigar.  He recuperado también mi vocación política. Un día de éstos tengo que plantearme de nuevo mi reingreso en el PSOE. Ser miembro de Amnistía Internacional y de Greenpeace no es suficiente. Me vuelvo a reír. ¡Qué paradoja volver a los inicios después de catorce años! Comparto con Enrico la ilusión de matricularme en Derecho. En realidad, yo creo que vuelvo a esta carrera por mis amigos. Me gusta ayudar asesorando. Siempre me ha gustado estar informado para poder informar. Casi todos mis amigos me consultan sobre cuestiones jurídicas, así que estudiar Derecho me permitirá aprender, al mismo tiempo que echarles una mano cuando lo necesiten.

16 DE NOVIEMBRE, MARTES
Querido diario…
Hablo con Lluc más de media hora. He estado todo el día pensando que lo tenía que llamar porque creo que el sábado se molestó un poco conmigo. Curiosamente, él me dice que también ha pensado mucho en mí hoy, sobre todo porque anoche estuvo retocando una fotografía que nos hizo a Enrico y a mí hace unas semanas. Entre Lluc y yo siempre ha habido telepatía. No le comento nada acerca de mi sensación del sábado.  La fotografía que nos hizo fue en su casa, una mañana de chillout, estando los tres solos.  Aunque a Enrico le gustaba otra en la que salíamos juntos con otros amigos, a Lluc le ha parecido mejor hacer un retoque digital sobre ésta, en la que aparecemos los dos solos. A mí también me parece mejor. Me llama la atención que haya estado trabajando sobre una fotografía nuestra. Eso demuestra que ya le parece creíble mi relación con Enrico. Al principio le costó admitirlo, creo. En la nueva fotografía que ha creado, según me explica, aparezco con una parte del cuerpo quebrada, al lado de Enrico. Nuestra posición en la fotografía la ha respetado. Esa parte quebrada de mi cuerpo representa la ruptura y el dolor de mi corazón, que viene de una relación fracasada. Mi sonrisa al teléfono, mientras le escucho, no oculta la verdad de lo que está describiendo. Al lado de Enrico entro en un paraíso vegetal, que se abre al fondo de nuestros cuerpos. Lluc dice que con esa imagen ha querido representar mi entrada en el jardín del amor. «Es como el retorno al Edén», dice, lo que me recuerda una serie de televisión australiana que yo seguía de pequeño en la que la protagonista sobrevive a un intento de asesinato por parte de su marido. Es curioso cómo Lluc ha captado a la perfección lo que estoy viviendo con Enrico. Efectivamente, vengo del fracaso del desamor con aquél y encuentro en éste la ilusión y la certeza de creer, de nuevo, en el amor. Y lo que es más importante, la extraordinaria vivencia de ser correspondido en la misma medida. 

17 DE NOVIEMBRE, MIÉRCOLES
Querido diario…
Enrico ha estado enfermo durante todo el día. Después de estar el martes por la noche en mi casa, al llegar a la suya, comenzó a tener vómitos y malestar de estómago. No pudo dormir y tampoco pudo ir a trabajar. Los síntomas que tenía eran muy extraños. No respondían a una causa inmediata y lógica. Estuve muy preocupado durante la madrugada y al hablar con él, a las siete de la mañana, pensé en ir a cuidarle y hacerle compañía, hasta que por la tarde fuera al médico. Pero él no quiso porque sabe que tengo problemas con el sueño y necesito descansar para trabajar bien durante la noche. Además, tenía que ir a la Universidad a hacer una gestión improrrogable. Aun así, me acosté con la conciencia intranquila. Está viviendo solo en un piso compartido y si le pasara algo, yo no me lo perdonaría. Al final, no pude dormir bien. Me desvelé en cuanto llegué a casa y no pude conciliar el sueño hasta bien entrado el mediodía. Hablé con él por última vez a las ocho y media de la mañana. Había pedido ya cita para el médico y había hablado también con la empresa en la que, precisamente, hoy comenzaba a trabajar. Antes de quedarme dormido, le envié un par de mensajes. Cuando me desperté por la tarde, a las siete, le pregunté qué le había dicho el médico, pero no recibí respuesta. Me quedé otra vez dormido y a las nueve de la noche hablé, por fin, con él. Al médico también le parecían muy extraños los síntomas, pero dedujo que padecía una gastritis. Le recetó un medicamento y una dieta blanda. A pesar de echarle una pequeña bronca por haberse olvidado de pedir el justificante para el trabajo, su voz tierna de niño, sus quejas en un tono a la vez sonriente y lagrimoso, terminaron por vencer mi preocupación y esbozaron en mi mejilla una sonrisa que, enseguida, se convirtió en carcajada. Enrico se sorprendía de mi tono paternalista y severo, y decía que le estaba echando una buena reprimenda, pero que eso demostraba que lo quería y me preocupaba sinceramente por él. En su defensa por el olvido del justificante, argumentaba que cuando cae enfermo se vuelve despistado y que la tontería del malestar le vence todas las fuerzas. Echaba de menos a su madre cuando lo cuidaba. Pero al final de la conversación me dijo que, en cuanto me viera, me besaría porque me amaba y porque estaba muy pendiente de él. Al colgar el teléfono no pude reprimir una lágrima. Enrico me ha ganado el corazón.

© FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 2004
Recuerdo de olvidos y presentes ausencias. Cartas y diario de Xavi Sabater

No hay comentarios:

Publicar un comentario