9 DE FEBRERO,
VIERNES
Querido Enrico…
Esta mañana
sentí tu ternura de golpe cuando, al otro lado del teléfono, tu voz se
despertaba y la mía se iba adormeciendo. Me hablabas con ese cariño tan cierto
al que me tienes acostumbrado y esbozabas una sonrisa en mi cara cuando me ibas
relatando los avatares de tu pronta mañana. Yo desgajaba una mirada cómplice y
enamorada al escuchar tus palabras, tus ocurrencias, tus expresiones de niño
travieso y divertido. Es ahí cuando reconozco el amor que te tengo y la calma
feliz a la que me has conducido poco a poco. Me contabas que habías hablado con
tu madre, que ella te había llamado, por fin, después de un tiempo, y que se
encontraba a gusto con su nuevo trabajo. Tú sentías que su voz era sincera y percibías
que esta nueva vida que ha comenzado en Estados Unidos le está devolviendo la
energía que, quizás, había ido perdiendo con el paso rutinario de los años.
Deseé con fuerza en ese momento que, algún día, ella pudiera venir a Madrid
para conocernos, para que fuera testigo de lo que tú y yo hemos ido consiguiendo. Después me contabas cómo te había levantado
de la cama el fontanero que está intentando arreglar la avería que hay en el
piso de abajo y la actitud agresiva y recurrente de la vecina que tanto te
incomoda con su vejez despistada. A pesar de lo que, a veces, te molesta, tú la
entiendes porque tienes esa bondad y comprensión con los ancianos. Al final,
después de hablar más veces por teléfono, viniste a casa a buscar unas
herramientas para colgar de nuevo ese espejo que tanto tiempo lleva esperando
retomar su puesto. Nos despedimos con un corto beso y, después, me di cuenta de
que esta vida tan desordenada que llevo, a veces nos impide dedicarnos más
tiempo. Esta mañana estoy inmerso en diversas cavilaciones que me tienen un
tanto descompuesto. No como bien, no duermo, pero estoy barruntando un cambio
que lleva años esperando dejar de ser un sueño, y ahora que tu amor ha sentado
las bases de mi centro de gravedad permanente, como dice Franco Battiato en una
canción, creo que ha llegado la hora de ser valiente y abandonar por fin los
miedos que durante tanto tiempo me han impedido llevar a cabo con firmeza y
constancia la vocación que tantos desvelos y horas perdidas ha impuesto a mi
vida. Ahora que ella se ha serenado y ha encontrado en ti su puerto más sereno,
es el momento de saber hasta dónde todo lo que aprendí tenía su objetivo en un
solo proyecto.
©
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 2007
Recuerdo de olvidos y
presentes ausencias. Cartas y diario de Xavi Sabater
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