6 DE NOVIEMBRE, SÁBADO
Querido Derek…
He
adoptado la costumbre de escribir a mis amigos, de vez en cuando. Las palabras
se las lleva el viento, sólo quedan las ideas y, así, los matices olvidados
fragmentan la percepción del cuadro. Cuando escribo ante un folio blanco quien
habla soy yo, sin matices desvirtuados por la urgencia del momento cotidiano.
¿Cuánto
hace que somos amigos? ¿Hay amistad entre nosotros? Son preguntas que me hago.
Creo que sí lo somos; yo, al menos, así te considero y, como además deseo seguir
siéndolo, es necesario que te confiese algo. Lo hago motivado por la única
certeza que tengo: eres mi amigo y ha llegado el momento de que conozcas toda
mi verdad, pues si no nos conocemos, difícilmente podemos llamarnos amigos.
Si
en lo sucesivo queremos seguir afianzando nuestra amistad, no debe haber lugar
para misterios ni reservas a la hora de confesar nuestros miedos, ni medias
verdades, ni dudas para confesar nuestros recelos. Y espero que, después de
leer esta carta, no te encierres en nada de esto.
Mi
querido amigo, yo soy gay. Esa es mi verdad. Pertenezco a esa inmensa minoría
del diez por ciento de la sociedad que dicen que somos. No sé si lo soy en un
sesenta, un ochenta o un cien por cien. He tenido relaciones sexuales con
mujeres, también, y he disfrutado con ellas. Pero sé que disfruto mucho más
con un hombre que me guste que con una mujer que me guste. Me costó mucho
tiempo aceptarlo pero hoy lo tengo asumido. Y como soy feliz así, no tengo nada
de lo que avergonzarme o arrepentirme. No sé por qué lo soy ni desde cuándo,
y no me importa en absoluto no saberlo. Sólo sé que lo soy y que me siento muy
a gusto conmigo mismo.
Tengo
amigos que jamás se lo contarían a sus mejores amigos. Yo no puedo ser como
ellos. Todo, es verdad, depende de la persona y de las circunstancias. No me
gusta proclamarlo a los cuatro vientos pero que nadie me pida que se lo oculte
a todo el mundo. A la gente que me rodea, a la gente que quiero, no puedo
engañarles ni fingir una personalidad que no tengo. No es ése mi juego. A
veces, por ser sincero, he perdido amigos pero mi conciencia se ha quedado muy
tranquila porque he cumplido como tiene que hacerlo aquel que, respetando,
quiere que le respeten. Si yo no me respeto a mí mismo, ¿a quién puedo pedirle
que lo haga?
Ahora
que ya me conoces, de verdad, es posible que te asalten dudas o preguntas, o
quizá no. En cualquier caso, yo me sigo considerando tu amigo, siempre que tú
no tengas inconveniente. Mi obligación moral era contártelo, y eso es lo que
acabo de hacer.
©
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ 1993
Recuerdo de olvidos y
presentes ausencias. Cartas y diario de Xavi Sabater
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