El primer paso ya lo han dado, excediéndose
en las operaciones financieras de riesgo que generaron una crisis del sistema
hipotecario estadounidense, que se extendió después al sistema crediticio
europeo, que se salvó por la inyección desmedida de dinero público, que generó
después la desviación del déficit de los Estados, a los que ahora esos mismos
poderes financieros recetan los recortes en el gasto público y en el Estado del
Bienestar, primera de las tartas que quieren comerse y que solo repartirán
entre las grandes corporaciones que puedan sustituir al Estado en la prestación
de servicios de Sanidad, Educación y Pensiones. Los poderes financieros han
puesto sus ojos en la Europa
social, en el Estado del Bienestar europeo, un mercado amplio y jugoso a
repartir si primero se elimina al competidor monopolístico: el Estado. El
segundo paso ya lo han dado, también. Fracasado el intento anterior de
globalizar Latinoamérica a través de las recetas neoliberales del Fondo
Monetario Internacional, que hundieron a varios países en crisis económicas y
sociales insoportables, los cerebritos a sueldo de las grandes corporaciones
que trabajan en las organizaciones económicas internacionales y en las Universidades
correspondientes, han encontrado un maná en la Gran Recesión de 2008, pues ha
sido la excusa perfecta para intentar terminar de globalizar otra gran área
económica que, quizá, se resistía a ello: Europa. Aunque hay sospechosas
coincidencias que llevan a muchos a pensar que estos cerebritos no han
encontrado la excusa perfecta sino que, junto a las grandes corporaciones, han
fabricado la tormenta perfecta para forzar a Gobiernos y Parlamentos europeos a
seguir una política económica incuestionable, que privatiza beneficios y
socializa pérdidas, al tiempo que recorta el gasto público y reduce el Estado
del Bienestar, todo ello para permitir que las grandes corporaciones, las
grandes tiranas de la economía global, sigan blandiendo el látigo con el que
dominan al resto. Con razón a estas alturas se afirma que esto ya no es una
lucha de clases sino una guerra de clases, la de los de arriba contra los de
abajo. Y hoy, los de arriba son esa élite que domina las firmas y fondos de
inversión que controlan las grandes corporaciones bancarias y empresariales.
Ellos y todos los que, en puestos de responsabilidad crucial, se dejan
engatusar o mimar para favorecer los intereses de esas grandes corporaciones.
Ese segundo paso que han dado tiene su traslación en la crisis de la deuda
soberana de la eurozona y, sobre todo, en la alteración de los mercados para
forzar las políticas necesarias a las grandes corporaciones. El mercado de la
deuda soberana no es más que el instrumento que utilizan los grandes fondos de
inversión para presionar a la
Eurozona a seguir las directrices por ellos marcados. De lo
contrario, se conjuran para acrecentar la prima de riesgo o se confabulan para
desplomar las bolsas y, así, cualquier Gobierno, de no entrar en razón, caerá
por sí solo en un adelanto electoral. Aunque si se resiste, se le sustituirá
por un gobierno tecnócrata de amigos y antiguos colaboradores, como se ha visto
en Grecia y en Italia. Este es el camino trazado para la globalización europea,
en la que la existencia de un Estado del Bienestar sufragado con fondos
públicos reduce considerablemente la expectativa de negocio y beneficio. Esta
parece ser la tarta competitiva que, junto a la reducción de salarios y
derechos laborales, convertirá a las economías del Euro en economías
competidoras de las asiáticas, donde los niveles de protección social no
alcanzan los europeos y, por tanto, donde las grandes corporaciones no tienen
mucho que hacer en Sanidad, Educación y Pensiones.
Este es, creo yo, el gran reto que tiene
hoy la socialdemocracia europea: contrarrestar el diseño del sistema económico
global que están construyendo las grandes corporaciones y sus gobiernos títeres
para la Unión Europea
y, más concretamente, para la Eurozona. Subidos al carro de la Gran Recesión o habiendo
lanzado ese carro al escenario de la economía global, los poderes financieros
están echando un pulso a la economía productiva europea y a sus agentes
económicos, que no solo son los trabajadores-consumidores sino también los autónomos,
comerciantes, pequeños y medianos empresarios. De cómo represente la
socialdemocracia europea a todos estos actores económicos dependerá no solo su
supervivencia como fuerza política sino también la de esos actores económicos,
pues ya sabemos que los partidos conservadores, por convicción, son fieles
correas de transmisión de los grupos privilegiados que controlan los resortes
de la economía, grupos que no rechistan ante los intereses de las grandes
corporaciones. Pero cabe también la posibilidad de que la socialdemocracia
europea siga desunida, mirando cada partido a su paisanaje nacional, e incluso
cabe la posibilidad de que dicha ideología gire definitivamente al
social-liberalismo y no haya aprendido de los errores que cometió por plegarse
a las doctrinas liberales y pseudo-progresistas de Tony Blair o Gerhard
Schröeder. También cabe la posibilidad de que haya partidos liberales, no
conservadores, que sustituyan a la socialdemocracia en esa tarea. Hace falta, por
tanto, para ayer y no para mañana, una gran Convención o Congreso permanente de
partidos socialdemócratas europeos que dé el contrapunto a las tesis
neoliberales que las clases medias y populares europeas están demandando. Y,
sobre todo, que articule un freno al poder que las corporaciones financieras
están ejerciendo en el ámbito económico y político. Fue la socialdemocracia
europea quien desatascó la crisis de los Estados liberales decimonónicos y su
violenta cuestión social a mediados del siglo XX. Hoy, Europa está otra vez en
la encrucijada y necesita de esa respuesta progresista, de ese pacto social que
solo los partidos socialdemócratas de gobierno, junto con los sindicatos
mayoritarios, pueden arrancar a las fuerzas conservadoras políticas y
empresariales para preservar no solo el bienestar de las clases medias y
populares sino la viabilidad futura de la Unión Europea y del conjunto de
Europa como actor global de la economía y la geopolítica mundiales.
© Francí Xavier Muñoz, 2012
Cuitas e ideas de un soñador desvelado. Vol. II
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