Tanto se ha despreocupado el líder del PP,
Pablo Casado, por la investigación de su máster en el Tribunal Supremo, que se
ha descolgado con unas declaraciones impropias de alguien que dice tener dos
carreras universitarias y no sé cuántos másteres, lo que pone otra vez en duda
la fiabilidad de sus estudios superiores. Pablo Casado afirmó en un mitin de la
precampaña electoral andaluza que “la Hispanidad era el hito más importante de
la Humanidad, comparable a la Romanización; y que España era la nación más
vieja de Europa”. Podía haberse referido Casado, ya que estaba en Andalucía, al
esplendor de Al-Ándalus como la nación más desarrollada de la Europa medieval
occidental y de su legado cultural en nuestra Historia y no demostrar, con sus
afirmaciones, que de Historia sabe más bien poco, como por otro lado, suele
certificar la derecha más extrema, cada vez que hunde sus argumentos en el
pasado glorioso de su patria querida.
¿Así que la Hispanidad, según Casado, es el
hito más importante de la Humanidad? ¿De qué Humanidad, de la europea
occidental? Porque no creo que sea tal hito para la Humanidad indígena que
poblaba el continente americano. Pero, además, no contento con tal afirmación,
compara la Hispanidad con la Romanización. Ya quisieran los españoles de los
siglos XVI y XVII haber creado un Imperio tan cohesionado como el que crearon
los romanos en el sur de Europa, norte de África y Oriente Medio. A diferencia
de la conquista de América, los romanos fueron conquistando territorios de los
que fueron incorporando lo mejor de su cultura, creando así un Imperio
heterogéneo donde se respetaban las tradiciones religiosas de cada pueblo
incorporado, sus costumbres y tradiciones e, incluso, sus leyes, siempre que no
fueran contrarias al Derecho Romano. Por eso Roma fue respetada, temida y
admirada, porque supo integrar ofreciendo lo mejor de su cultura y recibiendo
lo mejor de las culturas que incorporaba, primero a su República y, después, a
su Imperio. Toda conquista, es verdad, en aquellos tiempos se hacía por las
armas y, por tanto, ni la romana ni la hispana podían hacerse de otra manera,
pero la Corona de Castilla (no el Reino de España) impuso su civilización a
base de fuego y hierro a diferentes pueblos indígenas que no tenían la
heterogeneidad cultural que tuvieron los pueblos y territorios incorporados por
los romanos a su Mare Nostrum. Así que, comparables no son los dos procesos
colonizadores, en cuanto a diversidad cultural se refiere. Eso sí, Castilla fue
el primer Estado europeo en formar un imperio colonial, al que seguidamente se unieron
Portugal y, más tarde, Inglaterra, Holanda y Francia. De eso sí que podríamos
presumir, pero no de compararnos a los insignes romanos en la unificación de
tierras y pueblos tan dispares, unidos durante casi ocho siglos. Hay que
recordar que lo que Pablo Casado llama Hispanidad duró trescientos años y pico.
Quizá Pablo Casado sólo se refería a hitos
políticos en la Historia y, aún así, habría que recordarle que otros pueblos
formaron grandes imperios, antes y después de los romanos e hispanos. ¿No son
hitos de la Humanidad el Imperio Persa, la China imperial, el Imperio
Británico, el Macedonio, etc.? Y si se refería, en general, a grandes hitos de
la Humanidad, ¿le parece más importante la conquista de América que la
Revolución Neolítica o la Revolución Industrial, que son, a mi entender, los
dos hechos históricos que marcan dos auténticos giros de trescientos sesenta
grados en la Historia de la Humanidad? Sin hablar de la revolución científica
del siglo XVIII, que antecede a la industrial, o sin hablar de la revolución
tecnológica que estamos viviendo en estos momentos. ¿Y qué hay de la propia
revolución liberal del siglo XIX, que a la par que la industrial del mismo
siglo, nos cambia radicalmente el modelo de relación social y política en
Occidente? ¿Y qué hay de la misma filosofía griega, el Derecho Romano, o el
cristianismo, que revolucionan el mundo conocido en cada una de sus épocas, y
sientan las bases culturales de la Europa que hoy conocemos? Antes de hacer una
afirmación tan gruesa, señor Casado, repase un poco cualquier manual de
Historia de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, no hace falta irse a un grado
universitario.
Por otro lado, Casado recupera la vieja
idea de cierta derecha nostálgica y ultranacionalista cuando habla de España
como la nación más vieja de Europa, cuando sabe bien esa derecha que la nación
española, como tal, sólo se comienza a construir a partir de la Guerra de la
Independencia de 1808, como ya han acreditado numerosos estudios históricos y
jurídicos. Lo que hubo antes fue una suma de naciones y pueblos organizados en
torno a una monarquía hispánica cuyos titulares fueron los Austrias, primero, y
los Borbones, después, que no llegaron a conformar un pueblo cohesionado ni una
nación culturalmente unificada como sí lo fueron, sin embargo, la nación
francesa y la inglesa en torno al año 1000. Los Reyes Católicos unieron por
matrimonio los territorios de reinos distintos que se formaron a raíz de la
lucha contra los musulmanes en la Reconquista que duró seiscientos años.
Castilla (que antes había integrado a León y éste, a su vez, a Asturias y
Galicia) se casó con Aragón (suma de los reinos de Valencia, Mallorca, Aragón y
los condados catalanes), a lo que luego añadieron por conquista el Reino de
Navarra; pero esta unión de reinos funcionó hasta la llegada de Napoleón Bonaparte
en 1808 como una monarquía federal que, en lo exterior, sí operaba como una
unidad política, militar y diplomática (el Reino de las Españas, se decía en
Europa), pero en lo interior –¡ay, en lo interior!- operaba como una suma de
reinos con sus leyes, sus instituciones políticas y jurídicas, sus aduanas y
sus propias monedas, sus lenguas y culturas propias, y también sus recelos y
controversias recíprocas.
Así se llegó hasta principios del siglo
XIX, cuando Bonaparte recomendó a la clase política española que unificara
aquella mezcla heterogénea de antiguos reinos, virreinatos, capitanías
generales, etc., si querían formar una nación liberal e incorporarse a la nueva
Europa surgida de las revoluciones burguesas que alumbrarían las monarquías constitucionales.
No hay más que repasar la lista de diputados a las Cortes de Cádiz de 1810 para
darse cuenta de la heterogeneidad política, social, económica y cultural que
habían gobernado los monarcas hispanos desde el matrimonio de los Reyes
Católicos en 1479, primero por separado y luego, más o menos unidos, en las
personas de sus herederos. De lo que sí podemos presumir, sin embargo, es de
ser, quizás, el primer Estado-nación de Europa, cuando entre finales del XV y
principios del XVI se van transformando las estructuras estatales medievales en
nuevas estructuras centralistas que alumbrarán el Estado moderno, pero
curiosamente no en la figura conjunta de los Reyes Católicos, sino primero en
la de Fernando II de Aragón, gobernante tan admirado por Maquiavelo a quien
éste le atribuye ser el primer monarca moderno de Europa. Así que, señor
Casado, para la próxima vez repase alguna asignatura de sus carreras o másteres
o déjese aconsejar por quien de verdad conozca y respete la Historia. Sólo le
justifica el interés electoralista por avivar un fuego ultranacionalista en su
pugna por el liderazgo de la fragmentada derecha española, pero piénselo mejor
la próxima vez porque, a fuerza de avivar las vísceras ultramontanas de cierta
derecha extrema, hará usted de nuevo un inmenso ridículo.
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